Esta instalación conserva por más de dos décadas a una clientela incondicional que selecciona siempre sus productos frente a los importados, gracias a la calidad sensorial de sus vinos y a mantener los parámetros de aroma, color, claridad y consistencia.
El productor vinícola Luis Armando Martín, propietario de esa pequeña industria, explicó a Prensa Latina que para elaborar vinos en un país como Cuba, donde prácticamente no existen los viñedos ni el clima necesario, debe respetar parámetros que influyen negativamente y saber elegir las frutas o vides.
Ante ese dilema, refirió, el productor optó por esta labor en busca de elaborar un vino que fuera insuperable y atrapara al cliente gracias a la riqueza de su olor y textura, así como sabor pleno y penetrante.
Martín recordó que la selección de este trabajo fue pasional y se debió a la influencia de la esposa, María Caridad Elvia, quien producía vinos hace 29 años.
El inicio productivo se concibió en Cabaiguán, municipio de la central provincia de Sancti Spíritus, donde residió por 15 años y conoció de la existencia de otros productores artesanales de vino.
En 2017, permutó para Guanabacoa, La Habana, donde reside en la actualidad, y allí comenzó a producir los vinos, aunque en esta oportunidad decidió cambiar el nombre de la marca para La Villa.
Rememoró el también miembro del Club de Vinicultores de La Habana La Giraldilla que elabora bebidas de este tipo de jengibre, manzana, naranja y otros tipos de frutas.
Aseguró que sus vinos sobresalen y se mantienen debido a las constantes catas y evaluaciones de sus colegas, de sommeliers y expertos cubanos, e incluso extranjeros que visitan el país.
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