El titular estará acompañado de forma virtual por la directora ejecutiva del Pnuma, Inger Andersen, informó su portavoz Stéphane Dujarric.
En su duodécimo año, el reporte proporciona una revisión anual de la diferencia entre dónde se prevé que estén las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030 y dónde deberían estar para evitar los peores impactos del cambio climático, detalló.
La víspera, un nuevo estudio de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) alertó que pese a los cierres a raíz de la pandemia de Covid-19, las concentraciones de gases crecieron más y rápido en 2020, marcando un nuevo récord.
De acuerdo con la pesquisa, la cantidad de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera genera repercusiones negativas de primer orden para la vida cotidiana y el bienestar general de la población mundial.
Por ello, llama a transformar de forma radical el estilo de vida y detener el ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero, pues de lo contrario, el incremento de la temperatura a finales de siglo superará de lejos el objetivo del Acuerdo de París.
La abundancia de los gases de efecto invernadero que retienen el calor en la atmósfera alcanzó una nueva cifra récord durante 2020 con una tasa de crecimiento anual por encima de la media que se promedió entre 2011 y 2020, detalló la OMM.
Tal tendencia, añade, se mantiene durante el año en curso, al igual que la del calentamiento global del planeta.
El dióxido de carbono es un gas que se caracteriza por su larga duración y, por tanto, el nivel de temperatura actual persistirá durante varias décadas, aunque se reduzcan rápidamente las emisiones hasta alcanzar un nivel neto cero, explica esa organización.
Unida al aumento de la temperatura en el mundo, esta situación podría provocar una proliferación de fenómenos meteorológicos extremos como calor intenso, lluvias fuertes, derretimiento de las masas de hielo, subida del nivel del mar y acidificación de los océanos, que implicarán repercusiones socioeconómicas de gran alcance.
Aproximadamente la mitad del CO2 emitido por las actividades humanas permanece en la atmósfera, mientras que los océanos y ecosistemas terrestres absorben la otra porción, expone el sitio oficial de noticias de la ONU.
Del mismo modo, advierte que en el futuro los océanos y ecosistemas terrestres pueden perder su eficacia como ‘sumideros’, decreciendo su capacidad de absorción del CO2 y como reguladores que evitan mayores aumentos de temperatura.
npg/ifb