Esta vez el Nuevo Año Lunar comienza el 12 de febrero, pero desde hace días las familias están enfrascadas en los preparativos de su más importante fiesta anual. Y la tradicional liberación de carpas doradas y rojas es uno de los más importantes.
Comprensible, porque la misión de Ong Cong y Ong Tao -los genios de la Tierra y de la Cocina- es nada más y nada menos que informar al Emperador de Jade cómo les fue a las familias en el año a punto de expirar y hacerle llegar sus deseos para el próximo.
Pero a los Tao Cong, como también se les llama, hay que crearles las mejores condiciones para llegar al cielo y entonces en las aguas y en los altares se les ofrendan alimentos, frutas, flores y agua, de modo que nada les falte en el largo camino hasta allá.
En honor a los mensajeros, en la fecha también se queman mantas, botas, sombreros, ropas, billetes falsos y otros artículos en papel, regularmente rojos y dorados, porque como todo el mundo sabe o debiera saber, esos son los colores de la buena suerte y la prosperidad.
Una vez hecho todo eso, los Tao Cong están listos para emprender viaje y es entonces cuando se liberan las carpas en ríos, arroyos y lagos, una costumbre que, por demás, se considera una muestra de gratitud y respeto hacia los animales.
Cumplido el compromiso con las carpas, los vietnamitas regresan a sus hogares y los limpian y decoran, sabedores de que el buen comienzo del Tet pasa por la purificación, el orden y la limpieza.
Ong Cong y Ong Tao estarán de vuelta a la Tierra en vísperas del Nuevo Año y, justo a la medianoche, ante la familia reunida, harán saber de alguna manera que cumplieron la misión de convencer al Emperador de Jade de que derramara dicha, prosperidad y abundancia sobre el hogar.
Este año va a ser necesario que la cumplan mejor que nunca en milenios, pues como el resto del planeta, Vietnam está bajo el acoso de un enemigo invisible y solo diminuto en apariencia.
No hay que ser muy imaginativo para figurarse la cara de asombro del Emperador cuando vea llegar a Ong Cong y Ong Tao con mascarillas sobre el rostro.
Solo cabe esperar que en su infinita sabiduría el Señor de Jade mande a los vietnamitas, y a toda la gente de este mundo, unas salvadoras vacunas fabricadas con materias celestiales.
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