En una reedición de los multitudinarios disturbios que derrocaron hace tres años exactos a la fecha al presidente Omar al Bachir miles de civiles convocados por la coalición Fuerzas por la Libertad y el Cambio (FCC) marcharon hacia la sede del Ejecutivo donde los esperaba un destacamento de la Policía.
El pueblo quiere la caída de al Burhan, corearon los manifestantes que se retiraron ante el empuje de los policías y militares.
Los uniformados lanzaron granadas lacrimógenas contra los protestantes que además demandan el retorno de los militares a los cuarteles y la formación de un gobierno civil que organice elecciones generales y restituya el orden constitucional.
El desorden que reina en esta capital impide saber con exactitud si hay víctimas de los choques, caracterizados por su encono, según testimonios e imágenes en los telediarios.
El nuevo agravamiento indica que la crisis sudanesa está en su masa crítica a pesar de la restitución por el presidente del Consejo Soberano de Transición (CST), general Abdel Fattah al Hamdun, del primer ministro Abdallah Hamduk al que destituyó tras una asonada castrense de la cual fue el arquitecto.
Protestas masivas obligaron a al Burhan a fines de noviembre pasado de aplicar reversa y negociar la reinstalación de Hamduk, pero solo logró un maremoto de críticas y que Hamduk pasara en un santiamén de héroe a villano a pesar del espaldarazo de la ONU al acuerdo.
Ante las acusaciones de apostasía y de convertirse en marioneta de los militares, Hamduk declaró que aceptó el acuerdo para evitar un baño de sangre y horas atrás pidió sin resultado a las FCC que anularan la protesta.
En lo que según expertos tuvo todos los visos de una maniobra para distraer la atención, a mediados de la semana pasada el mando militar sudanés anunció el despliegue de tropas en una zona fronteriza con Etiopía calificado como una defensa del territorio nacional, sin conseguir una tregua en los choques con los seguidores de FCC.
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