Dicha situación puede agravarse por el impacto de la variante Ómicron del coronavirus SARS-Cov-2, causante de la Covid-19, lo cual repercute en la falta de mano de obra y los problemas logísticos, según el organismo.
Ante este panorama, los mercados emergentes y las economías en desarrollo encaran brotes continuos de la Covid-19, una elevada inflación, niveles de deuda sin precedentes y una mayor desigualdad de ingresos y mayores riesgos financieros, precisa el BM al iniciarse el tercer año de esa enfermedad.
El documento resalta que la notable desaceleración en las principales economías, entre ellas Estados Unidos y China, reducirá la demanda externa de bienes y servicios en numerosas naciones emergentes y en desarrollo.
Recuerda que la pandemia aumentó la desigualdad de ingresos en el mundo y revirtió en parte dos décadas de avances en la reducción de este fenómeno, al afectar de forma desproporcionada a los grupos vulnerables y a los países menos desarrollados.
Al respecto, precisa que la desigualdad interna sigue siendo particularmente alta en América Latina y el Caribe y en África al sur del Sahara, donde viven alrededor de dos tercios de las personas extremadamente pobres del mundo.
Agrega que esas diferencias sobrepasan lo económico, ya que en esas regiones solo el seis por ciento de la población recibió al menos una dosis.
Esta tasa da lugar a que solamente alrededor de un tercio reciba una dosis de las vacunas a fines de 2023, si se mantiene el ritmo actual de inmunización.
En relación con la deuda mundial (pública y privada) significa que los niveles se dispararon como resultado de la pandemia, al ascender al 263 por ciento del Producto Interno Bruto global, su nivel más alto en 50 años.
El BM reconoce que ese incremento de la deuda, junto con la recesión económica mundial causada por la Covid-19, disparó las vulnerabilidades, especialmente en las economías de bajos ingresos.
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