De acuerdo con el artículo, ambos fósiles fueron extraídos de las lutitas de Burgess, una conocida formación geológica de la provincia de Columbia Británica (Canadá), y pertenecen a la especie Mollisonia symmetrica.
Según Javier Ortega-Hernández, uno de los autores del estudio y curador del Museo de Zoología Comparada de Harvard, el hallazgo constituye una rareza y un golpe de suerte.
El experto manifestó que ninguno de los dos fósiles parece particularmente emocionante a simple vista, sin embargo, dijo, se mostraron sorprendentes al observarlos a través de un microscopio pues encontró sistemas nerviosos bien conservados.
Describió haber observado nervios ópticos que iban desde los ojos de los insectos hasta la parte principal de su cuerpo y una especie de tejido en la cabeza.
Sobre la base de las singularidades halladas en los artrópodos, los científicos fueron capaces de determinar dos posibles árboles evolutivos, abundó la información.
«La ubicación de estos grupos en el árbol evolutivo podría indicar que los cerebros similares a los de los quelicerados evolucionaron de manera escalonada a lo largo del tiempo o, entonces, que evolucionaron de forma independiente y en diferentes momentos a través de la llamada evolución convergente», dijo Ortega-Hernández.
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