Por Luis Manuel Arce Isaac
Corresponsal de Prensa Latina en México
Ucrania y la recomposición de los equilibrios (II y final))
El encuentro fue muy importante, no tanto por lo que ambos gobernantes declararon a la prensa -que puede diferir de lo que en realidad hagan o piensen-, sino porque se realiza unos pocos días después de otra de mucho mayor envergadura en Beijing entre los líderes chino Xi Jimping, y ruso Vladimir Putin.
También, en medio de declaraciones bastante contrapuestas de otros líderes europeos como Enmanuel Macron, presidente de Francia, y voces menores en este concierto como las de los gobernantes de Gran Bretaña, Italia, y algunos países del antiguo bloque socialista europeo.
Hay, en los hechos, una ronda de negociaciones inéditas, con la característica de que los planetas no están alineados y por el momento giran dentro de órbitas muy específicas alrededor de Ucrania, dando la falsa apariencia de que es el centro del sistema de esa rotación cuando solamente es el punto que la motiva.
Términos de un equilibrio estratégico
Lo que se debate en torno a Ucrania son los términos de un equilibrio estratégico en Europa que atañe al mundo entero y que involucra un nudo de contradicciones entre lo nuevo que surge y los viejo que fenece.
Lo trascendente es que, aunque son posiciones antagónicas, es posible buscar la forma de que no sean irreconciliables para intentar impedir llegar a extremos sin marcha atrás.
El asunto no es si Rusia invade a Ucrania, algo que aparece, mentirosamente, como un leiv motiv recurrente cuando la evolución de los acontecimientos se sale de los carriles prestablecidos por un nuevo comercio internacional entre corporaciones transnacionales que desplaza inexorablemente al antiguo, tutelado por sus respectivos estados para dominar a los más débiles.
¿Una réplica de Yalta 1945?
Al analizar los mensajes de las reuniones de Biden y Scholz, por un lado, y los de Xi y Putin, por otro, da la impresión que regresamos a Yalta en 1945 cuando los estertores del fascismo hitleriano aconsejaron una reunión de los tres grandes para decidir el futuro de Europa y el mundo.
Lo triste de aquel memorable momento fue que casi ninguno de los acuerdos entre Josef Stalin, Franklin Delano Roosevelt y Winston Churchill se cumplieron y, en los hechos, así dio comienzo la guerra fría.
Yalta, como se sabe, tuvo en buena medida un final muy cercano a lo que tramaron Roosevelt y Churchill dos días antes, el 2 de febrero de 1945, en La Valeta, capital de Malta, , para rechazar las posibles peticiones de Stalin una vez que cayera el III Reich.
Esto quedó confirmado pocos meses después cuando los líderes se reunieron en Potsdam, Alemania, del 17 de julio al 2 de agosto de 1945 y de los tres protagonistas de Yalta solo quedaba Stalin, pues Roosevelt ya había muerto y ocupó su lugar Harry S. Truman, el criminal de Hiroshima y Nagasaki, y Churchill había caído frente a Clement Attlee.
En ella quedó patente que la mayoría de los acuerdos a los que se había llegado en Yalta no se cumplieron porque, como reveló después James F. Byrnes, secretario de Estado (1945-1947), “en aquella reunión no se trataba de lo que Estados Unidos y Gran Bretaña dejarían hacer a los rusos, sino de lo que podían conseguir que hicieran los rusos».
La situación estaba clara para Washington y Londres: en Yalta, Stalin partía con ventaja respecto a Roosevelt y Churchill, puesto que el Ejército Rojo estaba a solo 70 kilómetros de Berlín, y ocupaba casi toda Europa Oriental. En cambio, los aliados occidentales retrasaron su avance hacia el Este tras la batalla de las Ardenas, que tuvo lugar entre diciembre de 1944 y enero de 1945.
El filósofo griego Heráclito de Éfeso decía que nadie se puede bañar dos veces en la misma agua de un río, pero nada tan parecido a Yalta 1945 que Washington 2022 con la reunión de Biden y Scholz, el aliado confiable del jefe de la Casa Blanca, semejando a la de Churchill y Roosevelt en La Valeta.
La pulseada con Rusia
Aunque intentan no demostrarlo, la impresión es que Biden y Scholz buscan la forma de tratar de obligar o controlar lo que ellos quisieran que Putin haga en Ucrania con la idea de justificar sus planes, sobre todo la expansión al este de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Hasta dónde llegó el compromiso de Scholz con Biden al respecto es una buena pregunta, pues el alemán no se abrió mucho con los periodistas cuando indagaron si compartía el criterio de su anfitrión de destruir el gasoducto Nord Stream 2 en caso de que el Kremlin decida atacar a Ucrania.
Él sabe que un ataque a Ucrania no depende solamente de Moscú ni de Kiev, y allí está en juego lo que desean “que hagan los rusos”.
Además, la Alemania de hoy no es la misma que la de hace una o dos décadas atrás y su camino a la autonomía fue bien trazado por Ángela Merkel.
La “confiabilidad” alemana implica, en la mira de Washington, que Berlín suspenda los permisos para el tramo alemán del gasoducto Nord Stream 2 y deje sin suministro de gas a germanos y sus vecinos.
«Estamos actuando juntos. Estamos absolutamente unidos y no tomaremos pasos diferentes. Tomaremos los mismos pasos, y serán muy, muy duros para Rusia, y ellos lo entenderán», fue la lacónica y genérica respuesta de Scholz a los periodistas, pero sin mencionar ni el gasoducto ni una acción militar.
Es infantil creer que, si Estados Unidos o la OTAN atentan contra el gasoducto, Alemania saldrá indemne de una respuesta rusa y que Noruega o los Países Bajos no se van a afectar como países de la red que suministra gas a esa parte de Europa. Biden juega con fuego con esa amenaza contra el gasoducto.
Si se observa con esa óptica la reunión Biden-Scholz, conviene hacer un pequeño recorrido por la celebrada en Beijing entre Xi y Putin para dejar en claro las posiciones claves en este momento de mucho más tensión y peligro que la pandemia de Covid-19.
(Continuará)
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