La publicación, que cita los resultados tras años de estudios sobre el tema de la antropóloga de la Universidad Rutgers en New Jerssey, Helen Fischer, reveló que el enamoramiento enciende el núcleo caudado (situado junto al cerebelo) porque es la sede de una densa red de receptores del neurotransmisor llamado dopamina.
“En las proporciones adecuadas, la dopamina induce energía, entusiasmo, concentración y motivación para obtener recompensas”, afirmó la científica, por lo que, cuando el amor es el causante, se pueden realizar acciones que en otras situaciones podrían parecer abruptas.
Investigaciones previas dan cuenta del involucramiento de 12 áreas del cerebro en el momento en que las personas comienzan a sentir atracción por otra, donde intervienen la liberación de una serie de neurotransmisores como la adrenalina, serotonina, oxitocina o vasopresina.
La oxitocina, por ejemplo, es una hormona que favorece los sentimientos de conexión y apego que suele ser producida cuando se abraza a una pareja de muchos años, o a los hijos.
Fisher determinó, asimismo, que las referidas sensaciones de tener mariposas en el estómago no son más que una reacción química del cerebro.
“La primera fase del amor (deseo) está guiada por la segregación de hormonas sexuales tanto de hombres como mujeres: estrógenos y testosterona. La adrenalina hace que el corazón se acelere, la boca se seque y las manos suden como parte del nerviosismo o la reacción normal del organismo a una situación de estrés”, refirió.
Cuando estamos con una pareja, se activan diversas regiones como el hipocampo, el hipotálamo o el córtex del cíngulo anterior.
El amor, concluyó, provoca los mismos sentimientos placenteros que la droga a nivel cerebral y, más que un sentimiento, es una respuesta fisiológica.
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