Algunos de los que cometieron estos horrendos crímenes se fueron de este mundo sin pagarlo, otros pasaron este tiempo sentados en su casa, a la espera de ser juzgados, y no pocos incluso recibieron el indulto.
Pero la lucha sigue gracias a la constancia de los colectivos y organizaciones de derechos humanos que piden castigo para los responsables, pero sobre todo saber del paradero de sus seres queridos.
Según las más recientes cifras, hasta el momento hay mil 25 condenados. Muchos padres, abuelos, hijos, continúan esperando conocer el destino final de los más de 30 mil detenidos-desaparecidos. Otros viven la incertidumbre de saber si fueron de esos cientos de niños apropiados.
En estas cuatro décadas y media, gracias a la resistencia, se lograron llevar adelante varios procesos por delitos de lesa humanidad, convirtiendo a Argentina entre los pocos países que sufrieron las recurrentes dictaduras en lograr avanzar con los juicios, aunque muchas veces demasiados lentos.
Según un artículo difundido hoy en el diario Página 12, cifras dan cuenta que hasta esta fecha tres mil 500 personas han estado bajo investigación y menos de una tercera parte de ellas han sido condenadas.
Las cifras surgen de un documento de la Procuraduría de Crímenes Contra la Humanidad. En la actualidad hay 21 juicios en curso y otras 73 causas a la espera de que un tribunal oral fije fecha para el comienzo de las audiencias.
Por otro lado, son 626 las causas abiertas por delitos de lesa humanidad y la mayoría aún se están instruyendo.
Muchas madres fallecieron sin saber del paradero de sus hijos, las abuelas siguen esperando por sus nietos, algunas muy longevas murieron en esta larga espera, otras abrazaron la felicidad gracias a su ardua batalla que logró dar con la verdadera identidad de los hijos de sus hijos.
Por ello cada vez que se restituye a un nieto, ya son 130, lo celebran todos en esta patria en un grito colectivo de amor.
Ha llovido mucho desde que se logró dar con el paradero de los primeros niños robados, como fue el caso de la hoy psicóloga Tatiana Sfiligoy, quien junto a su hermana, fueron la tercera y cuarta nieta restituida.
‘Hay un antes y un después de saber la verdad sobre tus padres biológicos. Es muy fuerte descubrir que hay una gran mentira. El primer lazo de confianza son los padres, es complejo poder confiar en otro cuando ese primer lazo fue quebrado. No es lo mismo ser adoptado que apropiado’, confesó en una ocasión.
Muchos son los desafíos, sobre todo en estos tiempos de pandemia donde ahora se llevan adelante los juicios de manera virtual. Uno de los más importantes precisamente fue en diciembre del pasado año.
Tras largos años de espera y la prisión domiciliaria de la que gozan algunos genocidas, el Tribunal Oral Federal 1 condenó a varios represores por los secuestros, torturas y asesinatos cometidos en el centro clandestino de la Brigada San Justo, entre ellos el temible Miguel Etchecolatz, quien sumó la octava cadena perpetua.
Etchecolatz, quien confesó haber matado a varios opositores a la dictadura, era el máximo responsable de las investigaciones de la policía en la provincia de Buenos Aires en los años 1976 y 1977, cuando gobernaba la junta militar, y estuvo a cargo de 21 centros de detención.
El represor, a quien incluso su hija considera un ‘malvado narcisista sin escrúpulos’, siguió el veredicto desde el penal de Campo de Mayo. Se le vio ponerse de pie al escuchar su sentencia y mostró un cartel colgado del cuello con la leyenda ‘Señor Jesús, si me condenan es por seguir tu causa’.
En este 45 aniversario del golpe de Estado que llenó de oscuridad por siete años a Argentina, esos nombres e imágenes que conmueven con los rostros de los desaparecidos se replican en un país donde está prohibido olvidar.
Hoy ciertos sectores intentan lacerar la lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, como sucedió en días recientes en una marcha opositora donde el nombre de varias de ellas aparecieron simulando bolsas mortuorias en las rejas de la Casa Rosada.
Pero como las longevas Abuelas dicen, ‘al odio siempre responderemos con amor y lucha’. Saben que son muchos más los jóvenes, sus herederos, que se suman y hacen suya esta batalla perenne por memoria, verdad y justicia.
car/may