«En el caso de este país, la relación con Washington siempre ha sido desde una postura de imposición y vasallaje. Sin embargo, a nivel regional la correlación de fuerzas no es la misma. Tenemos a Nicaragua que no sigue los designios de la Casa Blanca», reconoció a Prensa Latina el experto René Hernández.
A su juicio, Tegucigalpa enfrentaba un problema de legitimidad interna y a nivel internacional con los gobiernos sucesivos del Partido Nacional que, si bien recibían el amparo norteamericano en el pasado, ahora, aparentemente, intentan otro tipo de relación con el nombramiento de Dogu como su representante.
El académico advirtió que esta aparente cercanía y cordialidad, herramientas empleadas ya por la diplomática en 2015 a su llegada a Nicaragua en el mismo cargo, pretenden que Honduras «no se les vaya de las manos, ni pierdan más el control sobre la región de Centroamérica».
Para el analista político uruguayo, radicado en Managua, Jorge Capelán, los embajadores norteamericanos asumieron siempre una postura agresiva desde el ascenso a la presidencia de Daniel Ortega, entre ellos, Paul Trivelli y su sucesor Roberto Callahan.
Incluso, refirió, durante el proceso electoral de 2006 trajeron al comentarista, historiador y militar estadounidense Oliver Laurence North, tristemente célebre en el país por el denominado caso Irán-Contras, operación secreta implementada durante el gobierno del estadounidense Ronald Reagan.
«El objetivo de su visita fue advertirles a los nicaragüenses sobre un posible regreso de la guerra de la década de 1980 si el voto resultaba propicio para el sandinismo. Cada uno de estos diplomáticos se fue desgastando hasta que bajo la presidencia de Barack Obama arribó en 2015 la funcionaria Laura Dogu», recalcó.
Contrario a sus predecesores y desde su llegada, la embajadora declaró su disposición de trabajar con el pueblo y el ejecutivo de Ortega para fortalecer la relación mutua sobre la base del respeto, si bien a juicio de Capelán ya estaba «por debajo del tapete» en la preparación del intento de golpe de estado de 2018.
Todo el tiempo de manera solapada o directa Estados Unidos pretendió «calentar la calle» y mientras Dogu estuvo de embajadora en Managua infiltraron instituciones y formaron jóvenes de universidades privadas en cursos vinculados, por ejemplo, al desarrollo comunitario.
«Les enseñaban cómo subvertir el orden interno mediante las redes sociales, medios de comunicación y plataformas digitales y bajo la fachada del trabajo con adictos, víctimas de violencia de género o la salvaguarda de aves en peligro de extinción, mantenían cuentas bancarias, activadas llegado el momento», concluyó.
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