La Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) indicó que absorbe desde este fin de semana la totalidad del impuesto especial sobre producción y servicios (IEPS) que se aplica a las gasolinas y el diésel, como medida para contener o disminuir los impactos inflacionarios desde el exterior.
El tiempo de los subsidios -que no debe ser muy prolongado- está en dependencia de las presiones inflacionarias, y puede durar solamente esta semana o extenderse, y son acreditables contra el impuesto al valor agregado (IVA) o sobre la renta (ISR) de los importadores y refinadores, sin afectar a los usuarios.
Como en casi todos los países, en México el precio de las gasolinas es determinado por el tipo de cambio, los precios internacionales y los costos de la distribución de los hidrocarburos.
Ahora, con una inflación global del 7,28 por ciento del PIB, una gasolina sin subsidio sería muy perjudicial para la economía nacional y desastrosa para la doméstica.
México se adelanta a un mayor desastre mundial en el sector de los hidrocarburos el cual tiende a semejarse más a lo ocurrido en 1973 cuando estalló la crisis energética que puso al barril de crudo por encima de 150 dólares, inauguró la era del petróleo caro que derivó en una estanflación atroz, un desborde de petrodólares y en 1982 la crisis de la deuda externa que estalló aquí en el gobierno de Miguel de la Madrid.
Las bardas de Europa ya empiezan a arder con las limitaciones del suministro de petróleo y gas ruso y Alemania riega combustible en las suyas al decidir hace 24 horas prescindir del petróleo ruso (que, según algunos datos representa el 40 por ciento de su consumo), plegándose así a Estados Unidos que sigue empujando el carro de la guerra.
El gobierno alemán, al parecer, no ha dado cuenta todavía de cómo va a suplir el faltante, mientras que el mercado mundial no va a poder contar con el apoyo de las reservas de Estados Unidos las cuales no puede debilitar.
Dentro de esa situación se inscribe el interés de que Venezuela aumente su suministro, sin poder obviar la contradicción de seguir apoyando y dándole beligerancia legal a la oposición política a Nicolás Maduro.
Los grupos ecologistas ejercen mucha presión para que Biden no tome como argumento la guerra en Ucrania para intensificar la práctica del fracking, muy peligrosa en términos sismológicos y de envenenamiento del manto freático, pero en realidad lo que le permitió ser de nuevo gran productor mundial después de haber tocado el cenit y empezar un declive que lo convertiría en importador nato.
Tampoco fueron felices las afirmaciones de la vicepresidenta Kamala Harris de que el consumidor estadounidense debe pagar el gas caro para castigar a Rusia. De hecho, admite que la inflación seguirá y no pueden controlarla.
Fueron aquellas perspectivas de quedarse sin petróleo, según historiadores, lo que llevó a la casa Blanca y el Pentágono a la reconquista militar de pozos en el mundo, comenzando por Irak y Afganistán, hasta el día de hoy incluido el caso de Ucrania, y antes áfrica, el de Venezuela, y el más moderado y encubierto de México con una oposición subterránea a la reforma energética.
El ministro de Ecología germano, Robert Habeck, añadió este sábado que la idea es excluir al carburante de la nación eslava en lo que va de este año, ya muchas voces se están dentro y fuera de las fronteras germanas alertando del gran error que se está gestando.
Alemania, afín a los grupos neonazis de Ucrania que dominan el gas y el petróleo y controla el gobierno del paradójicamente judío Vladimir Zelesnky, parece que basa sus cálculos en una evolución de la guerra favorable a sus intereses y no a una salida política negociada que pasa indefectiblemente por una neutralidad ucraniana.
En las condiciones actuales del mercado energético, y de la batalla por el reordenamiento territorial de Europa y el mundo -que es la verdad subyacente en el conflicto ucraniano- es muy difícil creer que Habeck dice verdad cuando declara al periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung que serán independientes del carbón ruso en otoño y de su petróleo a final de año.
Alemania, según sus propias cifras oficiales, no tiene capacidad para ello, así como tampoco para sustituir el gas ruso.
Biden reacciona a esas realidades con más pólvora en lugar de rosas y acaba de anunciar al mundo -como si fuera su gran gendarme- que Estados Unido evitará a toda costa “una confrontación directa” entre Rusia y países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) porque eso sería el detonante de una “tercera guerra mundial”.
Pero enseguida deja ver el chantaje, como desvalorando la capacidad intelectual de las personas, al ratificar el compromiso de Washington para “defender” cada centímetro del territorio de la OTAN con todo su poder y unidad galvanizada.
Y he ahí el detalle, insiste en su idea inicial de quebrarle el brazo a Rusia cueste lo que cueste y desaparezca o no Ucrania. Si es lo que persigue, parece que Biden no ha logrado todavía que al mundo le tiemblen las piernas. Ojalá que todos quienes lo rodean tengan bien presentes a Hiroshima y Nagasaki.
mem/lma