Entre las declaraciones anónimas publicadas por el rotativo, resaltan las de quienes aseguran haber sido golpeados en todo el cuerpo con cualquier medio.
“Me asustaba un maestro hasta el punto de tener miedo de equivocarme, miedo de pedir ayuda”, respondió un encuestado, mientras una mujer dijo haber sido golpeada con un bate de cricket en las manos, las piernas y el trasero cuando era niña.
Otra respuesta al sondeo aseguró que muchas veces el cinturón llega a la parte inferior de la espalda “o incluso se envuelve y golpea la vagina; la mayoría de las violaciones al reglamento eran menores, principalmente tardanzas, y para mí no justificaban el castigo físico”.
El castigo físico es permitido en el sistema educacional de Antigua y Barbuda, aunque en 2019 el Ministerio de Educación introdujo nuevas directrices que lo regulan.
Para la educación secundaria, se establece que un director o su designado deberá usar una correa de cuero de no más de 30 pulgadas, una y media de ancho y no más de un cuarto de pulgada de espesor; en el caso de la enseñanza primaria, el cinturón no sobrepasará las 24 pulgadas de largo.
Según la encuesta de Observer, el 16 por ciento de los entrevistados expresó que la falta de disciplina de los niños fundamenta dichas medidas y un 10 por ciento arguyó que esta clase de castigo es un método válido para la enseñanza.
“El castigo corporal era una forma de mantener a los esclavos con miedo para que no se escaparan e hicieran lo que se les decía; necesitamos alejarnos de la mentalidad de esclavitud”, reconoció uno de los encuestados.
Otro participante calificó de “bárbara” la medida escolar y aseguró que viola la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, cuyo artículo 19 estipula la responsabilidad de los Estados Partes en proteger a los niños de todas las formas de violencia física o mental, daño o abuso.
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