Olesker señaló que al elegir las empresas vender hacia el exterior y si los precios internacionales se disparan, para equiparar sus tasas de ganancias los aplican también a los consumidores nacionales que pagan más caros los productos.
Explicó que en tales coyunturas el Estado puede aplicar medidas amortiguadoras para esos efectos.
Puntualizó que algunos insumos importados subieron pero no al punto de justificar los precios actuales, ni tampoco por crecimientos de los salarios y demandas, sino que todo lo contrario, trabajadores y jubilados con rebajas perdieron poder de compra.
En apoyo de este análisis el semanario Brecha señaló la paradoja de que en los incrementos más significativos en los primeros meses del año son en aquellos bienes que Uruguay produce y exporta como la carne vacuna, y harina de trigo y en consecuencia en los productos panificados, fideos y demás.
La publicación refutó que se atribuya al conflicto en Ucrania y “en realidad se amentaron desde 2021 por la recuperación de las economías pospandemia y el empuje comprador de China”.
Para justificar desde el gobierno el aumento de la harina, los panificados y también del aceite de girasol, se arguye que Ucrania y Rusia son parte del granero del mundo y que Ucrania es el gran exportador de girasol.
Sin embargo, Uruguay es productor y exportador de trigo y es autosustentable en la producción de girasol, lo que confirma que la causa del aumento de los precios es mantener la tasa de ganancias del empresariado enriquecido y único sector beneficiado en las crisis enfrentadas, en lógica capitalista.
En consecuencia, los uruguayos pagan más en sus compras de primera necesidad, en las que sobresalen la carne con un 25 por ciento de incremento, los huevos, la leche y vegetales que oscilaron de 20 a 40 y además en combustible y educación, tanto de útiles como en matrículas.
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