En conferencia de prensa luego de una reunión con el presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Peter Maurer, en esta capital, el titular ruso llamó la atención sobre la necesidad de aplicar medidas para garantizar el intercambio de información a través de ese organismo.
“Confiamos en que los esfuerzos de mediación del CICR den sus frutos”, agregó el canciller ruso, quien se refirió a la importancia de abordar los problemas humanitarios, en lugar de politizarlos.
En la reunión, el representante del CICR solicitó a la parte rusa la apertura de una oficina de la organización en Rostov del Don, cerca de la frontera ruso-ucraniana, con el objetivo de mejorar la asistencia humanitaria a los ucranianos.
Moscú apoya diversas iniciativas para ayudar a la población de ese país, entre ellas la apertura e implementación de los corredores humanitarios para el traslado de las personas desde las zonas de los enfrentamientos, el cese el fuego durante las evacuaciones y la entrega de asistencia (alimentos y medicinas) en las zonas afectadas por los combates.
A su vez, ha denunciado las acciones de los nacionalistas de ese país que limitan la evacuación de los civiles, a quienes, según sus declaraciones, usan como escudos humanos frente a los ataques de las fuerzas rusas.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) calcula que unos 3,5 millones de ciudadanos ucranianos abandonaron el país en el último mes.
Moscú inició el pasado 24 de febrero una operación militar en Ucrania, luego que las autoridades de las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk le solicitaran ayuda para repeler el aumento de la agresión de Kiev.
Antes, el Kremlin reconoció la independencia y soberanía de ambos territorios y firmó tratados de amistad, cooperación y asistencia mutua con sus líderes, los cuales incluyeron el establecimiento de relaciones diplomáticas y la ayuda militar.
El presidente ruso, Vladimir Putin, en un discurso para informar sobre el inicio de la operación, afirmó que el objetivo es proteger a la población de Donbass de los abusos y el genocidio de Kiev durante los últimos ocho años, además de “desmilitarizar” y “desnazificar” Ucrania.
Según el Ministerio de Defensa ruso, los ataques no están dirigidos a la población ni a las ciudades ucranianas, sino contra sus objetivos e infraestructuras militares.
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