Criticó la repetición de excusas frente a los ecologistas para tolerar la muerte de grandes animales endémicos, en especial carpinchos y tatús que “en realidad alimentan redes de faena clandestina que no son económicamente pequeñas ni ocasionales”.
También rebatió por insustentable presentar la cacería contemporánea como un deporte, porque depende sobre todo el dinero invertido en las armas de fuego, y “la billetera inclina las opciones y no la condición física del cazador”.
La publicación enfatizó en que se trata de una actividad en Uruguay ecológicamente insostenible y moralmente reprochable, y además casi siempre ilegal y cazar especies nativas está prohibido, excepto para algunas pocas de ellas y para ciertos momentos del año.
Sostuvo que su fiscalización solo mejorará si hay una participación decidida de la Policía y una postura acorde de los fiscales y los jueces de enfrentar esa problemática con todas sus energías y recursos,
Pero al mismo tiempo afirmó que no hay una normativa más importante que otra y el derecho ambiental no es secundario al derecho penal y abogó por un cambio de actitud para que pueda sobrevivir la fauna nativa de Uruguay.
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