Por Lourdes Pérez Navarro
Periodista de la Redacción Sudamérica de Prensa Latina
Ideal para consumir tanto en verano como en invierno, el tereré tiene sus raíces en la América precolombina y los historiadores se inclinan a considerar esta palabra de origen guaraní, y es onomatopéyica pues se relaciona con el sonido de los últimos tres sorbos que se realizan al succionar el líquido.
Se prepara tradicionalmente en una jarra o un termo, donde se mezclan el agua fría con el pohã ñana -hierba medicinal, en guaraní- previamente machacada en un mortero.
Luego este brebaje es servido en un recipiente en el que previamente se introdujo mate y resulta absorbido con una bombilla de caña o metálica, proceso ejecutado con arreglo a un ritual íntimo regido por una serie de códigos preestablecidos.
Por ejemplo, en una familia el padre casi nunca prepara el tereré; por lo general se le pide al hijo menor que lo haga o a la madre, de quien este aprende los conocimientos y la destreza necesaria para elaborarlo. Siempre el más joven es quien lo sirve a los mayores.
En un grupo el cebado de una misma vasija debe correr siempre de derecha a izquierda, de manera equitativa y cuando alguien ya no quiere que se le sirva en la ronda, simplemente debe decir: “gracias”.
El primer sorbo es para Santo Tomás, el patrono de la hierba mate. Para ello hay que cebar el primer tereré con el agua casi hasta el borde de la guampa y aguardar algunos minutos, hasta que la hierba seca absorba casi todo el líquido, humedeciéndose, y de esta manera se interpreta que el venerable ya bautizó la bebida.
En opinión de los nutricionistas, cada hierba de pohã ñana provee beneficios para la salud relacionados con la sabiduría popular, transmitidos de generación en generación, y procede, además, de distintos rincones del país.
Entre las hierbas más conocidas están taropé, perdudilla, hinojo, ajenjo, cedrón, menta, zarzaparrilla, cola de caballo, currito, agrial, batatilla, escobilla, verbena, azafrán, jengibre y hoja de limón.
Existe la variante del tereré de jugo, infusión que combina las hierbas medicinales con bebidas frutales, preferiblemente cítricos, y es muy popular en el sur de Paraguay y en gran parte de Argentina y Brasil.
El tereré forma parte de la vida e idiosincrasia de los paraguayos quienes, según estimados, consumen cada año aproximadamente seis kilogramos por persona. Fomenta la cohesión social, pues el contexto espacial y temporal para compartir esta bebida propicia la inclusión, la amistad, el diálogo, el respeto y la solidaridad.
Tan arraigada está esa costumbre en la nación suramericana que la Ley 4261 de 2011 declaró al tereré Patrimonio Cultural y Bebida Nacional del Paraguay e instituyó el último sábado de febrero de cada año como su Día Nacional, con el objetivo de proteger y fortalecer la identidad.
En todo el país celebran esta jornada con un festival, muestras de maestros artesanos, ferias, concursos de pinturas, danzas y actividades folclóricas, entre otras.
Además, en diciembre de 2020 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), nombró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a las “Prácticas y Saberes Tradicionales del Tereré en la Cultura del Pohã Ñana, bebida ancestral guaraní en Paraguay”.
OBRA TEXTIL DE GRAN BELLEZA Y COMPLEJIDAD
Autoridades paraguayas oficializaron, el pasado 18 de abril, la candidatura de la técnica del poncho para’i de 60 listas como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad ante la Unesco.
La embajadora Nancy Ovelar de Gorostiaga, delegada permanente de Paraguay ante la Unesco, realizó la entrega oficial de la candidatura. La presentación se desarrolló en la sede de la organización durante una reunión mantenida con el director y secretario de la convención para la salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial, Tim Curtis.
La propuesta, a iniciativa del Instituto Paraguayo de Artesanía y la Secretaría Nacional de Cultura entre otras instituciones, tiene como fin favorecer dicho trabajo artesanal en su reconocimiento a nivel nacional e internacional.
Esta obra textil de gran belleza y complejidad creativa enfatiza la importancia del rol de la mujer paraguaya como pilar fundamental en la preservación de los componentes de la cultura, ya que históricamente es la encargada de su transmisión oral y práctica a las siguientes generaciones.
En Paraguay decenas de familias se dedican a tejer este poncho tradicional para’i, principalmente en la ciudad de Piribebuy, ubicada a 73 kilómetros de Asunción.
Recibió su nombre en memoria de los 60 soldados que durante la Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870) fueron ultimados y enterrados en una fosa común con ponchos blanco y negro en Piribebuy.
En esta localidad se encuentra enclavada la Escuela de Salvaguarda, donde una docena de artesanas elaboran los ponchos empleando las técnicas ancestrales heredadas de madres a hijas, los que aún hoy son demandados en Suramérica.
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