Un reporte de Windeurope, asociación promotora de esa forma de generación en el llamado Viejo Continente, advirtió que el principal problema es la tramitación lenta y compleja de nuevos proyectos, cuyos planes buscan llegar a los 510 gigavatios (GW) de energía eólica para 2030, frente a los 190 GW actuales.
Según la fuente, la Estrategia de Acción REPowerEU de la Comisión Europea tiene como objetivo resolver este problema con nuevas propuestas legislativas, recomendaciones y orientaciones para los Estados miembros.
Las normas proponen, entre otras cosas, consagrar en el marco regulatorio de la UE el principio de “interés público superior” para las energías renovables, apuntó.
Esto significa, estimó, que los Estados miembros deben tratar los proyectos de energías renovables como si estuvieran al servicio de la salud y la seguridad públicas, y su construcción puede priorizarse en la crisis energética actual cuando no tengan efectos adversos significativos en el medio ambiente.
Dicho plan de acción, sostuvo, estableció medidas detalladas para reducir la dependencia de Europa de los combustibles fósiles rusos y acelerar el crecimiento de las energías renovables.
Remarcó el comunicado de Windeurope que el viento es una fuente de energía limpia y disponible localmente.
La huella hídrica de la energía eólica es casi nula. Y las turbinas eólicas en funcionamiento no emiten gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono ni ningún otro contaminante del aire como el óxido de azufre o el óxido nítrico, apuntó.
Reveló, no obstante, que las instalaciones pueden afectar los hábitats, la fauna y la flora locales y conduce a los actores industriales a realizar grandes esfuerzos para monitorear y reducir estos impactos.
Los desarrolladores de energía eólica marina, por ejemplo, pueden usar «cortinas de burbujas de aire» y manipuladores hidráulicos para limitar las emisiones de sonido generadas por los pilotes, lo que ayuda a mitigar las molestias a los animales, abundó.
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