Recuerda que la secretaria del Interior del Reino Unido, Priti Patel, autorizó la extradición a Estados Unidos del creador de Wikileaks, quien se encuentra recluido en la prisión londinense de alta seguridad de Belmarsh desde abril de 2019 y sujeto a acoso judicial por Washington, Suecia y las autoridades británicas desde 2010.
Estados Unidos lo reclama para juzgarlo por 17 cargos de espionaje y uno por supuestos delitos cibernéticos, añade.
Explica que, a pesar de que decenas de organizaciones internacionales han denunciado atropellos y violaciones a los derechos fundamentales en el juicio contra el periodista australiano, la oficina de Patel argumenta hipócritamente que no niega el derecho a un juicio justo y a la libertad de expresión.
La hipocresía y la falsedad de esas expresiones resulta evidente a la vista de las revelaciones sobre el espionaje ilegal que la Agencia Central de Inteligencia llevó a cabo sobre Assange, en el curso del cual interceptó conversaciones con sus abogados con la finalidad de debilitar las estrategias de defensa legal.
No debe soslayarse, por otra parte, añade La Jornada, que en 2019 más de medio centenar de médicos de Suecia, Australia y el Reino Unido expresaron en un mensaje público a Patel su preocupación por el severo deterioro físico y mental que han causado en el informador las condiciones severas de su reclusión.
La disposición del gobierno británico a entregar a Assange y el empecinamiento en fabricarle delitos imaginarios, es claro que las maniobras de Washington y Londres para consumar la farsa judicial constituyen un inequívoco mensaje de escarmiento al gremio periodístico del mundo.
La paradoja salta a la vista en el caso del video intitulado Asesinato colateral, que grabó el homicidio de 12 civiles –entre ellos, dos periodistas de la agencia Reuters– en la Bagdad ocupada por las tropas estadunidenses, en julio de 2007.
La grabación, tomada desde un helicóptero, muestra el momento en que el grupo de peatones fue ametrallado por los tripulantes, quienes unos segundos más tarde perpetraron otro ataque sobre una familia iraquí que acudió en ayuda de los heridos.
Los autores materiales, intelectuales y políticos de ese crimen no fueron llamados a cuentas nunca, pero quienes enteraron al mundo de ese hecho –la exsoldado estadunidense Chelsea Manning y el propio Assange– fueron sometidos desde entonces a un implacable acoso judicial, subrayó la fuente.
Respecto a México, Assange brindó un servicio trascendente al entregar a La Jornada miles de cables diplomáticos enviados al Departamento de Estado por la embajada de Estados Unidos en los que se registró la descomposición del gobierno de Felipe Calderón y su indignante sumisión en el contexto de la Iniciativa Mérida.
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