Para llegar a la infraestructura es recomendable aprender a nombrarla en persa original, Borj-e-Milad, pues así aparece en los mapas disponibles en los servicios de taxi y también en los carteles del metro.
Está registrada como la sexta torre de comunicaciones más alta del planeta. En materia de altitud tiene por delante a su similar de televisión de Cantón, la CN de Toronto, la Ostankino de Moscú, la Perla Oriental de Shanghái y la Tokyo Sky Tree.
Cuentan que el arquitecto de Milad, Mohammad-reza Hafezi, quería convertirla en un gran centro de visitas, y el deseo se le cumplió con creces al erigirse en un gran complejo símbolo de modernidad.
Se puede acceder a cualquiera de sus dos observatorios panorámicos de 360 grados de recorrido ubicados en sus pisos superiores; uno revestido por una resistente cúpula de vidrio y acero, y el otro, en el nivel inmediato inferior, al aire libre.
A más de 400 metros hay un restaurante de lujo, una galería de arte, una zona de refugio de emergencia y áreas de telecomunicaciones, distribuidas en los últimos 12 pisos, los cuales conforman la cabeza de la estructura, llena de laberintos e historias.
Desde 2007, todos hablaban de la emblemática construcción, inaugurada oficialmente un año después y hasta el presente se mantienen en sus adyacencias construcciones que incluirán un hotel y centros de convenciones y negocios.
El complejo de base octogonal simboliza la arquitectura tradicional persa y representa una de las atracciones locales, multiplicada y diversificada por sus encantos, en correspondencia con cada una de las cuatro estaciones del año.
También, en uno de sus seis modernos ascensores de propulsión a gran velocidad se puede hacer escala en los diferentes niveles intermedios y encontrar desde suvenires hasta las más pintorescas alfombras iraníes.
Sin embargo, en la memoria y las fotos todos llevan las historias contadas en las paredes del recinto, que datan desde los mismos inicios de la humanidad.
(Tomado de Orbe)