Durante un encuentro ministerial virtual dedicado a la agricultura en el continente americano, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) consideró que ese aporte evitó que la crisis sanitaria de la COVID-19 se convirtiera también en una alimentaria.
Al dirigirse a más de 30 ministros, el director general de esa agencia QU Dongyu elogió esa contribución regional y sugirió que ‘ahora deben ser los arquitectos de la recuperación, una recuperación con transformación’.
Según QU, esa evolución requerirá innovación y digitalización, una mayor productividad agrícola y un sistema agroalimentario sostenible que garantice dietas seguras y saludables.
Además, indicó que se necesitarán inversiones públicas y privadas para crear sistemas agroalimentarios con menor huella de carbono, que protejan y conserven el medioambiente y la biodiversidad, impulsando una mayor equidad en los pequeños agricultores, pueblos indígenas, mujeres y jóvenes rurales.
El aporte de la región supone, además, el 45 por ciento del comercio internacional neto de productos agroalimentarios, y sus sistemas agrícolas representan hasta la mitad del empleo total, así como entre el 30 y el 40 por ciento del producto interior bruto económico, resaltó el máximo responsable de la Organización.
Añadió que al igual que la Revolución Verde de los años 60 y 70 que surgió en México y fue decisiva para acabar con las hambrunas en todo el mundo, la nueva misión de Latinoamérica y el Caribe es impulsar la necesaria transformación de la agricultura para alimentar a 10 mil millones de personas en 2050.
No obstante, la pandemia ha provocado un retroceso sin precedentes en la lucha contra el hambre y más de 20 millones de personas podrían engrosar las filas de la pobreza.
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