Se trata de un festejo que mezcla ceremonias tradicionales del vudú, la música y la danza, y tomó otras formas en países cercanos como República Dominicana y Cuba, donde se asientan los descendientes de la diáspora.
Tradicionalmente, ocurre durante la Semana Santa, a partir del Miércoles de Ceniza, y sus plazas más fuertes son Léogâne, al sur de la capital, y Artibonite, al noroeste.
Como preámbulo, los artistas confeccionan los vestuarios e instrumentos y luego las bandas musicales viajan por las ciudades, primero con unas pocas docenas de personas a las que se suman cientos a lo largo del camino. Investigadores y etnólogos coinciden en que el origen de la festividad es africano y se introdujo en Haití con la llegada de la esclavitud. En la nación caribeña constituía una recompensa ofrecida a las víctimas del oprobioso régimen después de cada cosecha.
Entre los elementos más distintivos figura el empleo del vaskin, un instrumento musical elaborado con tubos cilíndricos de bambú que produce una sola nota y puede ser de viento o percusión, pues sus intérpretes suelen golpearlo rítmicamente al tiempo que soplan aire por su boquilla.
Los artistas también usan trompetas, bastones y raspadores tradicionales hechos de metal reciclado, además de tambores, maracas, güiras o güiros y campanas.
Otra de las particularidades sonlas ceremonias vudú,en las cuales se invocan a los espíritus para proteger a los músicos que viajan a altas horas de la noche.
Si de algo están orgullosos los haitianos es de cómo la celebración sirvió para fraguar su independencia y planificar movimientos revolucionarios que permitieron su liberación en 1804.
Prohibida durante varios periodos, incluso tras la emancipación, la Rara desafía al tiempo como muestra de la resistencia.
(Tomado de Orbe)