La visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos duró menos de 24 horas, pero sus consecuencias serán profundas y se harán sentir en el mediano plazo, advirtió La Jornada
Recordó que China ya anunció represalias contra Taipéi, entre las cuales se incluye el bloqueo a las exportaciones de arena natural (sílice), componente básico en la fabricación de semiconductores, sector en el que la isla es líder mundial.
Asimismo, se pausaron la construcción de una planta de baterías de litio que suministraría a empresas como Tesla o Ford, y ha trascendido que varios proveedores de Apple suspendieron sus envíos, añadió.
Pelosi es la más alta funcionaria estadounidense en pisar Taiwán en un cuarto de siglo, desde que hizo lo propio su antecesor Newt Gingrich, integrante del ala más derechista del Partido Republicano.
Esto supone que en materia de respaldo oficial de Washington al régimen de Taipéi, Pekín se tomó con toda seriedad las informaciones de que la legisladora haría una parada en la isla, aunque el presidente Xi Jinping advirtió a Biden no jugar con fuego en Taiwán.
En este clima, señala, la determinación de la dirigente parlamentaria de reunirse con autoridades taiwanesas, aunada a las incendiarias declaraciones que hizo durante su estancia, no pueden leerse sino como manifestación de ciega arrogancia imperial.
Eso lleva a la clase gobernante estadounidense a emprender actos de provocación sin reparar en las consecuencias y sin respeto alguno por la soberanía y los intereses de otros estados, advierte La Jornada.
Más allá de Pelosi, la postura estadounidense hacia la isla es muestra de contradicciones e incongruencias en su política exterior pues Washington debe asegurar medios de defensa a un estado que ni siquiera reconoce diplomáticamente.
Si tales actitudes son condenables en cualquier contexto, es desconcertante se desplieguen en momentos en que el mundo ya encara el desafío de encontrar una salida al conflicto bélico en el Este europeo.
La interrupción de las cadenas de suministro como efecto tardío de la pandemia, la guerra y las sanciones impuestas a Rusia han desatado una crisis inflacionaria que tiene a la economía contra la pared.
Asegura que queda claro que el afán de Pelosi de desafiar a Pekín tiene más que ver con agendas propias que con necesidades de sus conciudadanos.
Llama a círculos de poder de Washington a desistir de su trato insultante e incitador a Pekín, renunciar a la tentación de escalar la confrontación y reconocer que el futuro de Taiwán es un asunto interno chino.
Nada tienen que hacer las potencias occidentales allí y deben adoptar una política de distensión que evite un desenlace catastrófico cuyo peor escenario sería la guerra abierta entre potencias nucleares con repercusiones comerciales, financieras, tecnológicas y políticas de alcances imprevisibles, concluye.
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