Amplias zonas del país centroasiático están afectadas por fuertes lluvias, riadas y corrimientos de tierra, que provocaron la muerte de más de 180 personas, el desplazamiento de más de ocho mil y dañaron por lo menos tres mil casas.
Este año, la nación también sufrió varias catástrofes naturales como la sequía y un devastador terremoto que mató a más de mil personas en junio mientras sigue aislada del sistema financiero internacional desde la llegada al poder del grupo armado de los talibanes hace un año.
El mulá Sharafuddin Muslim, viceministro de Estado para la gestión de catástrofes del gobierno talibán, declaró a la prensa que los diluvios provocaron pérdidas de vidas y bienes.
En una conferencia de prensa el mulá Abdul Latif Mansour, ministro en funciones de Energía y Agua, dijo que 750 cisternas, 329 pequeñas presas y 441 canales de agua resultaron dañados en las recientes riadas en todo el país.
Esta semana, el jefe de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de la ONU, Martin Griffiths, instó a los donantes a restablecer la financiación para el desarrollo en Afganistán, y advirtió que seis millones de personas están en riesgo de hambruna.
Griffiths declaró ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que Afganistán enfrenta múltiples crisis, humanitaria, económica, climática, de hambre y financiera, y apuntó que los donantes deben aportar inmediatamente 770 millones de dólares para ayudar a los afganos a sobrevivir a los próximos meses de frío.
El conflicto, la pobreza, las perturbaciones climáticas y la inseguridad alimentaria son desde hace mucho tiempo una triste realidad en la nación centroasiática, pero la situación es más crítica producto del cese de la ayuda al desarrollo a gran escala.
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