El oficial forestal de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) de la oficina para Mesoamérica, Juan José Ferrando, explicó en exclusiva con Prensa Latina que a pesar de las evidencias científicas del bienestar que para la salud y la economía reportan los árboles o parques todavía es difícil encontrar naciones que legislen al respecto.
Sí encontramos políticas locales o municipales en ciudades como Guadalajara (México), Bogotá (Colombia), Curitiba (Brasil), Mendoza (Argentina) entre otras, donde se ejecutan proyectos exitosos de mejoramiento, ampliación y mantenimiento de ese tipo de infraestructuras para beneficio de sus pobladores.
Según Ferrando, Panamá cuenta con áreas verdes y parques que favorecen el clima en la capital, entre ellos la Cinta Costera, Avenida Balboa, el parque Omar, la Ciudad de Saber, Clayton o el Parque metropolitano que combinan diversidad biológica y también son lugares para el esparcimiento y la recreación con un fuerte impacto en la salud de las personas.
Hay evidencias científicas y estudios, dijo el experto, que demuestran el aporte de los espacios con árboles y parques para la regulación del clima; e incluso de acuerdo a su ubicación sobre todo en zonas proclives a inundaciones y deslizamientos de tierra, para disminuir o evitar daños en desastres naturales vinculados a perturbaciones climatológicas.
Los árboles también contribuyen a la captura de partículas de polvo y de aerosoles en la atmósfera, además de su aporte a las reducciones de carbono y hasta para la contención del ruido, aseguró.
Acerca de estos temas y de otros que abordarán en octubre próximo en la ciudad mexicana de Guadalajara, como parte del tercer foro para América Latina y Caribe sobre Bosques Urbanos y Periurbanos, Ferrando indicó que tratarán asuntos como empleo, economía verde y emprendimientos.
La relación de la infraestructura verde con los beneficios a la salud en general y mental en particular, la alimentación y el ahorro que representa en gastos en ese sentido, además del impacto en la reducción de riesgos de desastres naturales ocupará también la mirada de los especialistas, indicó.
Sobre una de las preocupaciones de organizaciones ambientalistas del país canalero, Ferrando precisó que en Panamá en los últimos 20 años se han reducido más de 500 mil hectáreas de bosques y unos dos millones de hectáreas han sido degradadas.
También afirmó que hay un importante componente que es la extracción de madera, que sin bien no elimina el bosque, lo degrada.
De otra parte, como han denunciado comunidades indígenas, la minería ha tenido un fuerte impacto no solo por la actividad extractiva sino también la logística que genera con la construcción de caminos que abre la brecha para otros responsables de la deforestación.
El gobierno panameño impulsa importantes políticas que la FAO respalda con servicios técnicos, capacitación y asesoramiento, como el proyecto Alianza por el Millón de Hectáreas, dirigido a recuperar áreas forestales degradadas.
A manera global, la FAO también desarrolla líneas de acción como las encaminadas a la reducción de las emisiones de gases con efecto invernadero, derivadas de la deforestación y la degradación de los bosques, remarcó.
Además, instó a estudiar experiencias que demuestran el vínculo de áreas con más espacios naturales con residentes más saludables y mayor resiliencia climática.
Al respecto citó recientes investigaciones de las Universidades de Clemson e Illinios, en Estados Unidos donde analizaron el gasto anual per cápita del sistema Medicare a nivel de condado y encontraron una relación inversa entre el gasto en salud y la proporción de áreas verdes urbanas.
Hay evidencias de que los espacios verdes pueden contribuir a la salud: mejor calidad del aire, mayor actividad física, reducción del estrés y mayor cohesión social, señaló.
mem/ga