El cantautor, admirado y querido como si fuese un latinoamericano, había anunciado su actuación en el Zócalo capitalino como despedida de los escenarios, y en esta emblemática plaza de México cumplió su propósito anoche, pero como fiesta, sin lágrimas.
La arribazón de mexicanos a la plaza comenzó temprano el viernes y ya al caer el sol estaba repleta esperando la aparición del legendario trovador, una de las voces más querida en este continente, por su voz, cadencia y mensajes de sus canciones, muchas de ellas de su autoría.
El mejor exponente de Mediterráneo trajo un repertorio de nostalgia, pero al mismo tiempo de amor y de esperanza, que perdurará en el corazón y la retina de los mexicanos por mucho tiempo, a pesar de la lluvia que obligó a abrir paraguas y sacar impermeables.
Buenas noches, son solo cuatro gotas, en un ratito no nos acordaremos, damas, caballeros e imparciales. Para mí es un gusto tremendo estar aquí, la plaza mayor de México, Zócalo lindo y querido, dijo en el tono más familiar que pudo apenas se acercó al micrófono.
Qué gusto que estén aquí, así puedo darles las gracias por tantas cosas que nos han ocurrido en comunidad y por separado, expresó el poeta después de interpretar “Dale que dale” para abrir su concierto.
Ustedes habrán oído decir que estamos celebrando un concierto de despedida. No hagan caso, esto es una fiesta. Así que aparten cualquier atisbo de nostalgia o melancolía y piensen que, a partir de ahora, todo, absolutamente todo, es futuro.
Estamos seguros de que así ocurrió, cuando escucharon Barquito de papel, El carrusel del Furo, Lucía, Señora, No hago otra cosa que pensar en ti, Algo personal, Nanas de la cebolla, Para la libertad, Canço de Bressol, De cartón piedra, Pueblo blanco, Par, Es caprichoso el azar y tantas más de ensoñación.
mv/lma