Agrupada en una “filial” de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), su autodesignado líder, el actor de telenovelas y representante del sector más retrógrado de la Iglesia Católica, Ernesto Verástegui, convocó y dirigió la reunión de dos días en el lujoso hotel Westin del exclusivo emporio empresarial de Santa Fé.
Lo importante a destacar de esta reunión es que la CPAC, cuyo principal impulsor es Donald Trump, admite que los ultraconservadores en cualquier rincón del mundo deben proclamarse como tales sin temor a que los califiquen de fascistas, racistas, clasistas y cualquier otro que revele su verdadera naturaleza ideológica.
No es algo festinado ni absurdo, sino que se han dado cuenta de que el mundo evoluciona y los cambios en el sistema imperante son reales y van contra sus intereses materiales y espirituales, como señalaron durante la reunión los integrantes del Frente Antifascista de 15 organizaciones mundiales, que los denunciaron en su vigilia frente al hotel Westin.
Aunque con un lenguaje bastante pobre y de mucho desconocimiento político, Verástegui confirmó las denuncias del Frente al asegurar que “el socialismo se expande por el mundo de forma acelerada” y es necesario detenerlo.
Se mostró muy molesto porque ocho países de América Latina tienen gobiernos progresistas y, como entre ellos están los de mayor territorio y población, dominan más del 85 por ciento de ambos índices de la región.
Verástegui procuro controlar su frustración porque no asistieron al evento los cófrades más super ultras del conservadurismo como Steve Bannon, el asaltante del Capitolio de Estados Unidos e ideólogo de Trump, o el español Santiago Abascal, líder de VOX, y debió contentarse con personajes de tercera, el más connotado el polaco Lech Walesa cuyo discurso fue más alejado de lo esperado por sus anfitriones.
La izquierda mexicana, representada en el Frente Antifascista, consideró que esta reunión de la CPAC fue un fracaso desde el punto de vista de la participación, el vacío de liderazgo, y los resultados que no pasaron más allá de vociferaciones y llamados contra el socialismo, y las mismas denuncias contra Joe Biden de que le “robó” la presidencia a Trump.
Lo mismo dijo Eduardo Bolsonaro sobre su padre y Lula que, aunque fu el propio régimen el que organizó las elecciones, dijo que el Partido del Trabajo ganó por fraude y aplaudió a todos los que pidieron un golpe de estado para impedir que el ex obrero metalúrgico asumiera la presidencia de Brasil.
Todos sacaron sus vísceras al aire ya sin resentimientos ni ocultamientos pues para ellos ya no hay otra alternativa que transparentar sus ideas retrógradas porque, como alertó Bannon, al llamar a aplicar “estrategias de victoria” y asegurar que “estamos en un conflicto global con “grandes fuerzas en contra”.
Asombrosamente, entre estos últimos mencionó a los “grandes medios de prensa, organizaciones financieras importantes y las de tecnología, las universidades, la inteligencia, y también partidos demócratas progresistas” y aplaudió a quienes piden un golpe militar contra Lula para reponer a Bolsonaro.
Pero todo apunta a que el ultra conservadurismo teme a los cambios y se ha lanzado a la ofensiva contra ellos, sin las máscaras puestas, y está reunión de CPAC en México -como analiza la revista Proceso- fue con la intención de marcar una ruta hacia la región, un movimiento que no parece haber cuajado.
La conferencia se realizaba, antes de que Trump fuera su cabeza principal visible, una vez al año y solo en Estados Unidos, pero seguramente el trauma de las elecciones intermedias por quedarse a medias de las expectativas, fue un hándicap en este encuentro de México.
CPAC ahora asume una proyección internacional y este año ha realizado seis en el exterior, incluida una en Sa Paulo, Brasil, antes de las elecciones allí y en Colombia- que les sirvió de poco porque ganaron Lula y Petro- y esta de ahora en México.
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