Quizás algún historiador del arte pensó que esto sería posible en las convenciones del vanguardismo o el posmodernismo; sin embargo, difícilmente alguien buscaría la respuesta en el cambio climático.
Desde que en mayo de este año un visitante lanzara un pastel a la Mona Lisapara reclamarla protección del planeta, sucesos similares se repiten con más frecuencia.
Varios de los más importantes museos de Europa reportaron hechos similares: en julio, en Londres, activistas usaron pegamento rápido para adherir sus manos a los marcos de obras de John Constable y Van Gogh, mientras que en octubre dos miembros del grupo Just Stop Oil lanzaron sopa de tomate contra Los girasoles del pintor neerlandés.
A inicios de noviembre, otras dos ambientalistas fueron arrestadas en Madrid luego de pegarse a los marcos a Las majas, de Goya, en el Museo del Prado, y escribir “+1,5º” en el espacio que separa ambas piezas.
Aunque las pinturas no resultaron dañadas, instituciones y expertos rechazan estos actos por “poner en peligro el patrimonio cultural”, como apuntó el Museo del Prado en un comunicado.
Sin embargo, nada asusta a la generación que exige proteger el planeta igual que el patrimonio.
Después de cortar la Gran Vía o pegarse a un estand de Iberdrola (una importante empresa eléctrica de España), los activistas de Futuro Vegetal aseguran que ninguna otra forma tuvo tanto impacto como las acciones en el Museo del Prado.
“No se trata de dañar un cuadro, sino de poner de manifiesto la emergencia climática en la que vivimos”, dijo una de sus portavoces. (Cuarta Pared, suplemento cultural de Orbe)
(Tomado de Orbe)