Dentro de los asuntos a tratar, se espera que el mandatario Joe Biden anuncie el apoyo estadounidense a la admisión de la Unión Africana al G-20 como miembro permanente, acorde con varios informes monitoreados por el sitio Modern Diplomacy.
Asimismo, según divulgó el portal Africa News, un aspecto clave será el futuro de la Ley de Crecimiento y Oportunidades, el acuerdo de 2000 que otorgó acceso libre de impuestos al mercado estadounidense hasta el 2025 para varios productos de los países subsaharianos que cumplen con los estándares de democracia dictados por Washington.
Los informes de la Casa Blanca, hasta la fecha, no dicen nada acerca de reuniones individuales con ninguno de los 50 líderes africanos que asisten a la cita.
El encuentro, que concluirá el próximo jueves 15, prevé discusiones relacionadas con la economía global, la gobernabilidad, el cambio climático, la salud, la seguridad, las mujeres, la juventud y la educación, informó Modern Diplomacy.
En medio de ese contexto, las buenas intenciones de Estados Unidos hacia África son cuestionadas por varios analistas, sobre todo al tomar en cuenta los resultados poco favorecedores de la militarización a la que somete a la región.
De acuerdo con el sitio Truthout.org, el Comando en África de Estados Unidos (Africom) se formó en 2007 sin la participación o el apoyo de ningún líder continental, muchos de los cuales condenaron su formación y la describieron como un intento de establecer más emplazamientos castrenses en esa región.
A pesar de que Washington no está en guerra con ningún país africano, hay 46 bases y puestos militares estadounidenses en todo el continente, con la mayor concentración en el Cuerno de África, apuntó la fuente.
Durante el mandato de Barack Obama (2009-2017), Africom expandió su alcance e influencia a través de entrenamientos, operaciones antiterroristas conjuntas, ayuda exterior y otros métodos subrepticios que crearon dependencia del mecanismo norteño para las necesidades de defensa de los estados africanos, denunció.
Camp Lemonnier, la base estadounidense en Djibouti, una pequeña nación del este de África con una tasa de pobreza del 79 por ciento, sirve como el hogar actual del comando en el Cuerno donde, en 2014, el gobierno norteño aseguró un contrato de arrendamiento de dos décadas por 63 millones de dólares al año.
En contraposición a lo que los gobernantes de Estados Unidos alegaron, Africom no ha creado la «seguridad y estabilidad» invocada como pretexto para su creación.
Un informe de 2019 publicado por el Centro Africano de Estudios Estratégicos encontró, en cambio, que la actividad terrorista se duplicó de 2012 a 2018, y la cantidad de países víctimas de ataques aumentó en un 960 por ciento durante ese período.
Además, los eventos violentos se multiplicaron por 10, pasando de 288 incidentes en 2009 a tres mil 50 en 2018.
No obstante su evidente influencia, Estados Unidos reconoce cómo el continente africano posee un mercado bastante atractivo donde intervienen mil 300 millones de personas, y capaz de despertar, en los últimos tiempos, el interés de poderosos competidores como China.
Las apetencias de Washington sobre el continente difícilmente están alejadas del ánimo de lucro que le acompaña en cada empresa.
En esa cuerda, según apuntó el artículo de Truthout.org, el único éxito de Africom es su capacidad espectacular de aumentar las ganancias corporativas asociadas a la rentable industria antiterrorista que “la guerra contra el terrorismo” ha hecho posible.
Un informe de 2021 de la Universidad estadounidense de Brown reveló que, desde 2001 hasta 2020, cinco empresas estadounidenses ganaron más de dos billones (millón de millones) de dólares con los contratos del Pentágono, acotó.
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