No existen, literalmente, términos medios a la hora de disfrutar del béisbol en los estadios de Cuba: debates acalorados, bullicio desde las gradas, números en los rostros, mascotas inquietas, ansiedad, euforia, y ellos, los peloteros, en la grama, en busca o la espera de un jonrón.
Y tan especial como aquel primer beso de todos, un día redondeado en el calendario de bolsillo, toca nuestras vivencias cotidianas con la llamada postemporada de la Serie Nacional, esos innings y partidos que son fuentes de tensión, creatividad, algarabía, victorias y derrotas, como en la vida misma.
Con más o menos calidad entre las nóminas involucradas, los play off abarrotan los parques beisboleros y la final del campeonato 59 está lejos de alejarse de las experiencias tradicionales y ahora Cocodrilos de Matanzas y Toros de Camagüey lucen como los superpoderosos del deporte rey en Cuba.
Cubierto por este manto de realidades y lejos de vaticinar el nombre del próximo monarca de la justa deportiva, nos queda una verdad irrefutable: las bolas y los strikes generan pasión en esta porción de tierra.
¡Ah! Y sí, es cierto, el béisbol y sus competencias en la mayor de las Antillas no pasan por instantes supremos, esos eternizados antaño en relatos e imágenes. Sin embargo…
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