El diario El Mundo, crítico del gobierno, citó una encuesta de World Vision que reveló el 54.3 por ciento de las madres salvadoreñas redujo su ración de alimentos y algunas se fueron a la cama con hambre.
Esa pesquisa indicó que dos de cada 10 salvadoreños temen que no haya comida suficiente aunque tal vez ese no sea el problema en un país donde los estantes de los mercados están repletos, las ventas en las calles y comercios exhiben abundancia de productos pero las compras no son muchas.
No hay mucho dinero que gastar, la inflación puede llegar en este fin de año al ocho por ciento y los salarios no dan para ir más allá de lo necesario para sobrevivir, en muchos casos, señalan estudiosos del tema.
El muestreo de World Vision publicado este año encontró que no solo las madres enfrentan las carencias, también las niñas y otros miembros mujeres de las familias, las cuales en conjunto elevan la cifra de los que se vieron obligados a injerir menos alimentos al 69.8 por ciento.
Esta situación no es única del llamado Pulgarcito de las Américas, pues en Guatemala, Honduras y Nicaragua, la madre es la persona dentro del núcleo familiar que menos come por falta de recursos, seguido del padre y de los hijos, según la encuesta.
El informe World Vision además reveló que el 25 por ciento de los salvadoreños teme que no haya comida suficiente en sus hogares.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) aseguró en noviembre último que en 2021 el 30.7 por ciento de la población salvadoreña se encontraba en situaciones precarias.
Estas situaciones de precariedad ocurren en momentos en que los salvadoreños reciben al año cerca de seis mil millones de dólares en remesas, de las cuales el 94.7 por ciento se dedica al consumo y manutención, seguido de pago de servicios básicos, gastos médicos y mantenimiento de la vivienda.
No obstante esta importante contribución, la realidad muestra que “lo malo es que está caro todo; el año pasado una camisa estaba costando 10 u ocho dólares ahora están dándola a 12, no quieren bajar los precios”, según dijo una salvadoreña que caminaba por las cercanías del Mercado Central en San Salvador.
Son los contrastes que se reflejan en la cartera de la gente y el estómago de los que se van a la cama sin los alimentos necesarios cuando 2023 toca la puerta.
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