Tras discursar en el frente del Palacio del Planalto, sede del Poder Ejecutivo, y ante unas 40 mil personas, el fundador del Partido de los Trabajadores retornó a un salón del edificio de la Presidencia para estrechar la mano a cada uno de los que marcaron presencia en la ceremonia de investidura.
Organizadores del evento confirmaron que al menos 65 delegaciones compuestas por jefes de Estado, de Gobierno y ministros, así como el rey de España, asistieron a la solemnidad.
Teniendo en cuenta informaciones de todos los niveles, delegaciones de cerca de 120 países estuvieron en la investidura.
Con la posesión validada de manera oficial, el extornero mecánico vuelve al sillón principal de Planalto por tercera vez, como número 39 jefe de Gobierno, 12 años después de su última gestión como mandatario (2006-2010).
Lula disputó comicios generales en 1989, 1994 y 1998 y fue derrotado. Salió victorioso, sin embargo, en los pleitos de 2002, 2006 y 2022.
Con su triunfo en la segunda vuelta de sufragio del 30 de octubre ante el mandatario de tendencia ultraderechista Jair Bolsonaro, el exsindicalista se convirtió en el primer político en ganar tres presidenciales en el gigante suramericano.
En esta jornada dominical, en su segundo discurso, el nuevo presidente prometió que desterrará el odio y las desigualdades.
«No más odio, noticias falsas, armas y bombas», dijo entre lágrimas después de recibir la banda presidencial de manos de una representación de la sociedad civil, ante la ausencia de Bolsonaro, quien prefirió pasar unas vacaciones en Estados Unidos.
Tras la entrega de la faja, el hijo de la clase obrera denunció que la «vuelta del hambre es un crimen, el más grave de todos contra el pueblo brasileño».
La calificó de «hija de la desigualdad, que es la madre de todos los males que atrasan Brasil».
Prometió combatir «todas las formas de desigualdades en nuestro país, de renta, de género, de raza, en el mercado de trabajo, en la representación política, en la salud, en la educación».
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