Ustedes tuvieron la valentía de salir a la calle y enfrentar lo que nadie se atrevía porque después esperaba la desaparición y la cárcel. A ustedes no les importó porque son madres y no hay nada más importante que un hijo. Las llevaremos siempre en el corazón y le agradecemos todo lo que hicieron y hacen, afirmó Fernández.
No hay más alto honor que el recuerdo de un pueblo y el reconocimiento de la historia cuando cumpliste con tus convicciones y compromisos. Debemos atrevernos a generar las utopías que ayudan a que dejemos una marca en nuestro paso por la tierra, añadió.
La vicepresidenta destacó también el impulso dado por el exjefe de Estado Néstor Kirchner (1950-2010) a las políticas de memoria, verdad y justicia, las acciones para garantizar el respeto a los derechos humanos y la condena a los responsables de los horrores cometidos durante la última dictadura militar en esta nación (1976-1983).
A partir de 2003, Argentina decidió hacerse cargo de su historia y se convirtió en un ejemplo para el mundo porque se juzgaron en el mismo país las atrocidades cometidas. El grito de Nunca más fue para siempre, aseveró.
El horror que se vivió, las desapariciones, las torturas, las muertes y los encarcelamientos hoy no serían tolerados. Sin embargo, existen otras formas más solapadas y sutiles de clausurar los sueños de aquellos que piensan que un país y un mundo diferente pueden ser posibles. Ya no son tanques, sino tribunales, apuntó.
La condecoración Juana Azurduy fue entregada a la presidenta de las Abuelas, Estela de Carlotto, y otras integrantes de esa agrupación como Sonia Torres, Carmen Ledda Barreiro y Buscarita Imperí.
Dicha mención es otorgada por el Senado a personas físicas o jurídicas por una labor de gran relevancia en sectores como el científico, cultural, político, social, deportivo, económico, educativo, ético y moral.
Asimismo, reconoce a quienes obtuvieron logros de interés para sus comunidades, en función del bien común y en defensa de la soberanía, la independencia y la integración de los pueblos.
Tras el golpe de Estado de 1976, el régimen militar instaurado desapareció a 30 mil argentinos y centenares de pequeños fueron secuestrados con sus padres o nacieron durante el cautiverio.
En la antigua Escuela de Mecánica de la Armada, Campo de Mayo, Pozo de Banfield y otros centros de detención y tortura funcionaron maternidades clandestinas y 500 niños fueron separados de sus madres. Algunos de ellos fueron entregados a familias de militares, otros abandonados y vendidos.
Hasta la fecha, las Abuelas hallaron a 132 de esos pequeños y siguen buscando al resto de los nietos y bisnietos, quienes también sufrieron las consecuencias de los horrores perpetrados por la dictadura. Además, exigen el castigo de los responsables de esos delitos.
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