Silvia Ribeiro, directora para América Latina del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo ETC), alertó que estos últimos presentan sus propios estudios bajo parámetros que no son suficientes para establecer si provocan o no afectaciones a la salud.
Sin embargo, expresó, en la última década, científicos y organismos internacionales han presentado investigaciones sobre las afectaciones, y el caso más evidente es la que hizo el profesor Gilles-Eric Séralini, publicada en 2012 en la revista Food and Chemical Toxicology, la cual concluye que el herbicida Roundup y un maíz transgénico, ambos propiedad de Monsanto, provocaban tumores y enfermedades.
Ribeiro recuerda que Estados Unidos presiona a México para retirar un decreto con el cual el país prohíbe la importación y uso de maíz transgénico para consumo humano.
Después de la publicación de esa investigación en 2012, Monsanto –la productora de agroquímicos más grande del mundo– emprendió una campaña para desacreditar la investigación, al grado de que la revista que la publicó originalmente la retiró de su sitio, pero el científico refutó los señalamientos y volvió a ser publicada en la revista académica Environmental Sciences Europe.
La importancia de este estudio es que muestra realmente cuáles son los impactos del maíz transgénico a la salud; sin embargo, no es el único.
Hay otros, como por ejemplo en Argentina, que informan con datos científicos todo el impacto negativo del glifosato en la salud humana; además, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología cuenta con más de mil estudios sobre las afectaciones de dicho herbicida”, resaltó Ribeiro.
La investigación de Séralini se basó en la observación de ratones que durante toda su vida (dos años) comieron maíz transgénico, dando como resultado el desarrollo de tumores y problemas en sus órganos, lo que ocasionó “una caza de brujas” contra el científico y la revista que lo publicó.
La especialista destacó que la importancia de este trabajo radica en su longitud, pues los estudios como los de Monsanto y que entregan a las agencias reguladoras para asegurar que sus productos no son dañinos, son menores a tres meses, cuando está comprobado que los perjuicios se comienzan a manifestar a partir de los cuatro de estar expuestos a los transgénicos.
En 2016, una investigación de un grupo de ingenieros genéticos, en colaboración con GMO Myths and Truths, después de revisar mil 700 estudios de cabilderos a favor del uso de transgénicos, concluyó que muchos de ellos muestran evidencia de riesgo para la salud humana.
De hecho, se señala en la investigación, “un análisis de laboratorio en células humanas muestra que niveles muy bajos de glifosato (el ingrediente químico principal del herbicida Roundup, que la mayoría de los cultivos transgénicos están diseñados para tolerar) imitaron la hormona estrógeno y estimularon el crecimiento de células de cáncer de mama… Los cultivos y alimentos genéticamente modificados no son seguros ni necesarios para alimentar al mundo”.
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