Ante el Tribunal Oral Federal 6, la nieta número 79 recuperada por la asociación Abuelas de Plaza de Mayo relató su historia y los datos recopilados a partir de los testimonios de los sobrevivientes a los horrores cometidos en ese período.
El acusado fue condenado anteriormente por numerosos secuestros, torturas y asesinatos, pero ahora es procesado por arrebatarle su propia sobrina a sus padres y entregarla a Juan Antonio Azic, también oficial de la antigua Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los varios centros de exterminio establecidos en esta nación.
El hermano de Adolfo Miguel, José Laureano, y su pareja, María Hilda Pérez, fueron detenidos en 1977 por ser militantes de la agrupación Montoneros y la muchacha, quien estaba embarazada, tuvo a su segunda hija en ese sitio.
Según precisaron las Abuelas, en julio de 2003 recibieron una denuncia sobre una niña que fue registrada como propia por Azic con una partida de nacimiento falsa firmada por el médico Horacio Pessino.
El caso fue llevado a juicio y luego de varios meses Victoria decidió realizarse pruebas para determinar si sus padres eran María Hilda y José, lo cual fue confirmado en octubre de 2004 por el Banco Nacional de Datos Genéticos.
Pude hablar con sobrevivientes y otros compañeros que militaron con mis padres. Gracias a eso reconstruí la historia de ellos, a quienes no pude conocer por el terrorismo de Estado, afirmó la joven durante la audiencia de esta jornada, a la que su tío asistió mediante plataformas digitales.
Además, señaló que sus abuelos intentaron encontrarla y hablaron con el acusado, pero este les contestó que su hermano y su esposa sabían lo que podía pasar.
Las Abuelas me siguieron buscando y también lo hizo la Comisión de hermanos de la agrupación Hijos. Fui apropiada por Azic, quien fue parte de la estructura terrorista. Estaba casado con Estela Abregó, una mujer humilde que no sabía mi origen y ya falleció, precisó Victoria.
De Adolfo, me interesa saber dos cosas: mi fecha de nacimiento y en qué fosa tiraron a mi papá. A mi madre, lo dicen todos los testimonios, la subieron a un vuelo de la muerte, añadió.
“El único ámbito donde me interesa verlo es éste, el judicial, y el día que dicten la sentencia. En 1972 informó a sus superiores, para ganarse la confianza de ellos, acerca de la militancia de mis padres”, concluyó.
De acuerdo con las Abuelas, el proceso contra Donda es un paso importante en una causa que demuestra la existencia de un plan sistemático de apropiación de menores y prueba los crímenes cometidos en la ESMA.
oda/gas