Ante los cuestionamientos de fuerzas cristianas, el primer ministro, Najib Mikati, expresó su pesar por el giro sectario que tomó la cuestión de retrasar el cambio de horario hasta el 21 de abril entrante.
En declaraciones al canal Al-Nahar, el titular del gabinete afirmó que la decisión puramente administrativa tenía como objetivo consolar a un grupo de ciudadanos sin causar ningún daño al resto.
Mikati subrayó que en lugar de recurrir a la acusación sectaria contra una medida puramente administrativa lo más importante era unir los esfuerzos de todos para elegir al presidente de la República y activar las reuniones de emergencia económica y social.
El jefe del Consejo de Ministros aseguró en llamada al patriarca maronita Mar Beshara Boutros Al-Rahi, que la decisión no persigue ofender a cualquier componente de la sociedad libanesa.
Sin embargo, la oficina del patriarca reiteró su compromiso de adelantar el reloj una hora a la medianoche de ayer, en rechazo a la disposición del gobierno al considerarla improvisada y sin consultar con el resto de los ciudadanos, ni tener en cuenta las normas internacionales.
En respuesta al debate sobre mantener el horario de invierno durante el mes sagrado del Ramadán, el parlamentario Ahmed Al-Khair puntualizó que tal decisión es natural, lógica y patriótica, y rechazó que ningún partido político le dé una dirección diferente.
A través de su cuenta en Twitter, el diputado condenó las discrepancias sectarias con el fin de encubrir el fracaso y el estado de obstrucción de algunas fuerzas en la elección del jefe de Estado de la República.
En este sentido, el Partido Comunista Libanés mostró preocupación ante las declaraciones emitidas por algunos medios de comunicación y las posiciones religiosas y sociales, que solo conducen a la tensión y al agravamiento de la situación.
Por otra parte, el Grupo Islámico indicó que la decisión de posponer el inicio del horario de verano vino a revelar los secretos ocultos del alcance de la tensión y la gran diferencia entre los componentes del poder.
En medio de la peor crisis económica de su época moderna, Líbano intenta designar al próximo mandatario para los siguientes seis años, en ausencia de consenso político y bajo un gobierno interino de limitados poderes constitucionales.
La nación de los cedros reconoce 18 confesiones de fe y de acuerdo con la Constitución el presidente de la República tiene que ser cristiano maronita; el primer ministro, musulmán sunita; y el jefe del Parlamento, musulmán chiita, y así sucesivamente con otros cargos.
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