La obra, de 18 toneladas y 23 metros de altura, fue donada a la ciudad de Buenos Aires por el arquitecto Eduardo Catalano (1917-2010) y ocupa el centro del espacio verde del barrio de Recoleta, constantemente visitado por turistas y residentes en la urbe.
Hecha con acero inoxidable y aluminio, la Floralis Genérica está colocada sobre un espejo de agua y diseñada para abrir sus pétalos durante el día y cerrarlos al atardecer. Fue inaugurada el 13 de abril de 2002 y se trata de una escultura en movimiento, controlada por un sistema hidráulico y células fotoeléctricas.
“En la noche recogerá con lentitud sus pétalos para dormir bajo un cielo con luna o sin estrellas”, escribió su autor, quien dijo haberla concebido para representar a todas las flores.
Aunque el mecanismo dejó de funcionar debido a afectaciones causadas por tormentas y la necesidad de renovar sus piezas, la obra continúa siendo un atractivo de gran valor y el motivo de numerosas instantáneas y videos.
Antes de su muerte, Catalano advirtió sobre desperfectos que complicaban su movilidad, los cuales se arreciaron tras un temporal en 2003.
Rodeada de agua y árboles, la Floralis Genérica mira al cielo mientras su estructura metálica ofrece un contraste único.A su alrededor, varias sendas son empleadas por corredores y están ubicados pequeños bancos para quienes prefieren descansar y observar el paisaje.
En su conjunto, la plaza resulta un espacio perfecto para escaparse de la algarabía de la ciudad sin salir de ella.En su interior se encuentra también una réplica del dios del cabo Artemisio, pieza donada por la comunidad griega en 1999 y que es exponente del estilo severo, período de transición entre el arcaísmo y el clasicismo.
Muy cerca del lugar está la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, fundada en 1821 y reconocida en Latinoamérica y el mundo.
(Tomado de Orbe)