Por un lado, están las presiones de los más recalcitrantes gobernadores republicanos antimigrantes para que se dejen intactas las murallas levantadas por Trump para detener el ingreso que él mismo caotizó, y por la otra, gente de numerosos países ya embarcadas en la aventura de cruzar el río Bravo que no desisten de hacerlo a pesar de los malos augurios.
Menos de 48 horas antes de la inactivación del polémico título aplicado de forma tan oportunista y abusiva, incluso contra niños desamparados, los presidentes Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador, dialogaron a última hora telefónicamente, pero sin avanzar mucho más de lo ya conocido.
Ayer, una delegación de alto nivel de la cancillería mexicana salió de urgencia a Washington presuntamente para ajustar detalles, y se mantiene todavía hoy cuando a las 23:59, hora local, la suspensión del odioso decreto será consumada.
Desde su silla de ruedas, Greg Abbot, el gobernador tejano, como en tiempos del violento oeste, y su socio de sentimientos, Ron DeSantis, de Florida, están al acecho tratando de que se cumplan sus deseos de una invasión de migrantes desde México que justifique una mayor militarización de la frontera y obligue a Biden al ridículo de reponer el Título 42.
Mientras, los departamentos estadounidenses de Seguridad Interna y de Justicia anunciaron las medidas que serán aplicadas a partir de la medianoche cuando entra en vigencia de forma automática el Título 8.
Las medidas incluyen la apertura eventual de unos 100 centros de procesamiento de solicitudes de migración legal alrededor del continente, y el despliegue desde ayer de 550 militares adicionales como parte de los nuevos mil 500 en la frontera.
También apertura de más centros de detención, incluyendo para migrantes menores de edad no acompañados, unos 250 millones de dólares en fondos de asistencia adicionales para comunidades fronterizas y mejoras a una app para solicitudes de asilo.
En México, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, admitió que aumentará el número de migrantes en la frontera norte del país, pero se trabaja en coordinación con Estados Unidos para atender este fenómeno como el martes conversaron los dos presidentes.
Lo cierto es que la línea fronteriza, desde California a Nuevo León, es como una perturbadora olla de presión a la que los republicanos avivan el fuego y los gobiernos de los dos países riegan abundante agua para tratar de apagarlo.
Pero en medio de unos y otros, atrapados como sandwich, los migrantes parecen no ceder en su intención de cruzar el río y que allá los acojan sin aplicarles las sanciones del nuevo título, algo que más bien parece un sueño, o una pesadilla.
Adán Augusto no esconde la bola, y confirma que, efectivamente, ante la suspensión del Título 42 personas de Centroamérica han empezado a llegar a México con el objetivo de pasar a Estados Unidos.
Esto, señala, a pesar de los últimos llamados formulados por López Obrador en sus más recientes mañaneras (ruedas de prensa) para que no lo hagan, y se acojan a las posibilidades de conseguir visas mediante el nuevo plan de otorgamientos de su colega Biden.
¿Qué va a suceder? es la pregunta de oficio, y la respuesta es mantenerse al tanto a partir de las 12 campanadas de esta medianoche cuando, parodiando a Jesús en la cruz, todos digan con la caída del 42 y el izamiento del 8, “consumado es”, con el mismo sentido de esa parábola de si el relevo de títulos y las acciones que lo provocan, es o no una victoria.
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