Rosalba Hernández, directora general de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de esa delegación capitalina, admitió que no hay ningún control de la tala clandestina, la cual avanza en los bosques de la zona donde los últimos dos años se ha incrementado la incursión de talamontes que derriban, en promedio, alrededor de 100 árboles al día en San Miguel Topilejo y el Ajusco.
El saqueo ilegal de la madera ha afectado, por lo menos, a tres mil hectáreas de esta zona montañosa –donde proliferan los pinos, encinos y oyameles–, equivalente a cuatro veces la superficie total del Bosque de Chapultepec.
Dijo que en los parajes de San Miguel Topilejo, la zona más devastada, el paso de los talamontes se puede observar desde el pie de la carretera federal a Cuernavaca, en el kilómetro 45, y cuesta arriba, desde La Victoria hasta Las Joyas del Gato, donde yacen apilados los restos de los árboles prácticamente sobre los caminos y veredas.
Aunque todos los días salen dos brigadas de comuneros a vigilar los bosques, desde marzo su trabajo se limita a reportar la tala sin intervenir, para evitar enfrentamientos con los ladrones de madera y depredadores del bosque, aseguró.
Hace tres años cuando las brigadas entraban al bosque, si las veían corrían, pero era gente más pacífica, ahora traen armas largas y las enfrentan y tirotean. El temor ha hecho que nadie quiera trabajar en las casetas de vigilancia ubicadas en Tepeyehual y El Llano de la Viuda, señala la activista.
En marzo pasado, la Comisión de Recursos Naturales capitalina nos pidió un mes para poner vigilancia permanente, pero ya llevamos tres y no hay nada. La Guardia Nacional hace rondines, pero desconoce el monte, se queda en la parte baja y la tala está arriba, comentó.
La tala, a decir de los pobladores de San Miguel Topilejo, es una problemática añeja, pero se incrementó después de que se abatió el huachicol de combustible de los ductos de Pemex en el paraje Las Palomas, en el kilómetro 47.
En todo ese tramo había tomas clandestinas, llegaron los operativos y cesó ese ilícito, pero comenzó el saqueo de la madera.
El panorama es similar en las más de siete mil hectáreas del Ajusco, donde los comuneros se enfrentan a los talamontes que provienen del estado de México, pero también a los del pueblo de San Miguel y Santo Tomás Ajusco.
Considera que la insuficiencia de recursos y la diversidad de instituciones que convergen en el cuidado de los bosques son las principales trabas para que el trabajo que realizan con el fin de inhibir la tala y extracción ilegal de recursos forestales sea más eficaz.
De acuerdo con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, en los últimos cuatro años se han realizado 42 operativos en los que han sido desmantelados 73 aserraderos clandestinos en los bosques de la Ciudad de México, han sido asegurados 70 vehículos y se han decomisado mil 214 metros cúbicos de madera.
lam/lma