El Inti Raymi (Fiesta del Sol, en idioma quechua) tiene raíces más profundas, pues fue creada en el siglo XV por el Inca Pachacútec (el que cambia la tierra), considerado el más importante del Imperio Incaico, época en que la celebración era durante 15 días.
Los conquistadores españoles, que para imponer su medieval catolicismo llegaron al extremo de construir sus iglesias usando los muros de los palacios incas, prohibieron la festividad, pero quedó en la memoria histórica a través de las crónicas del Inca Garcilaso de la Vega.
Fue recién en 1944 que se restableció la festividad como un homenaje añorante al incanato y se fijó como fecha el 24 de junio para su celebración, por ser ese el Día del Indio, convertido en Día del Campesino por el gobierno nacionalista del general Juan Velasco Alvarado, en 1969.
Si bien la escenificación contempla una jornada de música, danzas y teatro que recuerda la grandeza de los incas, a lo largo del mes diversas comparsas recorren las calles del Cusco con sus atuendos y bailes típicos.
Esta vez, como todos los años, la fiesta tuvo como escenario principal la explanada flanqueada por los grandes muros incas de piedra de Sacsayhuamán, con cientos de actores, mùsicos y danzantes, uno de ellos representando al inca.
También el 24 de junio los pueblos amazónicos peruanos celebran la Fiesta de San Juan, traída por los misioneros católicos, pero adaptada al fogoso y tropical temperamento y con fuerte presencia gastronómica.
La celebración se desarrolla en realidad cuatro días, desde el 21 de junio, y este año hubo un concurso de alfombras de flores, una carrera pedestre, una competencia de danza y fiestas todas las noches, con la tropical cumbia en versión amazónica, que marca el ritmo del jolgorio.
La fiesta evoca al apóstol Juan, pero también rinde tributo a la rica y exótica gastronomía, con diversidad de platillos de pescado, carnes del monte y hasta regordetes gusanos a la parrilla.
El plato obligado de la festividad es el Juane, una especie de voluminoso tamal de arroz con gallina, atado por arriba, un exótico recuerdo del final de San Juan, de ahí el nombre del manjar, pues simboliza su cabeza cortada por la intrigante Salomé, según la leyenda bíblica.
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