Fue una jugada tan espectacular como arriesgada de Yosvani Peñalver que varias horas después del definitivo engarce muchos aficionados seguían viéndola en redes sociales digitales, unos tratando de sacarla del guante y otros cerrándolo imaginariamente con sus manos par evitar el contacto con la yerba.
La atrapada puso punto final al único duelo de cuartos de final extendido a siete partidos, con un epílogo no apto para hipertensos o cardíacos. Pudieron ganar los Gallos también y hubiera sido el mismo elogio para ambos.
Si aquella conexión salida del madero de Lázaro Fernández evade la mano enguantada de Peñalver y rueda unos metros, la historia del juego fuera otra y sin embargo, no hubiera cambiado la sensación de una pelota atragantada en el medio del pecho que desde el out 27 tienen muchos aficionados de uno u otro bando.
Aún con sus manquedades competitivas y desaciertos organzativos, el béisbol abarrota estadios en Cuba, despierta polémicas, aplausos, insomnio, estrés y aplausos.
Quienes un día dicen que dejarán de ver los juegos vuelven al siguiente a sabiendas de que el probable premio sea agonizar de placer.
De lo visto hasta ahora en la postemporada, los duelos entre José Ramón Rodríguez y Wilber Reyna difícilmente sean igualados por esos abrazos a una carrera más allá de nueve innings.
O las tres salidas del niño-hombre Rafael Perdomo, elegido Novato del Año y que también pudo ser Jugador Más Valioso del torneo por sus ocho triunfos, invicto cuando más tensiones había en el picheo de Industriales.
Sumó dos éxitos ante los Gallos y en el séptimo duelo tomó a sus 19 años por primera vez la bola para asumir una apertura histórica. Caminó seis innings y entregó el partido parejo a lo mejor del bullpen de los Leones: Frank Herrera y Juan Xavier Peñalver.
Elogios para el fildeo felino que devolvió al béisbol el clásico de clásicos en playoff, el histórico Santiago de Cuba e Industriales que seguro partirá en dos a la isla.
Pero hay una imagen que resume el auténtico significado del béisbol y es la de Lázaro Fernández cuando vio su batazo cayendo dentro de un guante aparecido a lo Usain Bolt y con movimientos acrobáticos en el instante final.
Se volvió viral en poco tiempo esa foto del muchacho roto en llanto, cargado por sus rivales-amigos, pues después del out 27 se acaban las oponencias y empiezan, de nuevo, los abrazos. Es el béisbol, al menos, el que se juega en Cuba.
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