Paquita, madre del secretario de Cultura de la Dirección Nacional del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Tomás Pliego Calvo, tiene una larga historia de lucha revolucionaria la cual inició desde muy joven, hasta liderar el efímero Frente Urbano Zapatista (FUZ).
Murió como vivió, siempre luchando. Durante 25 días resistió en terapia intensiva luego de padecer una larga enfermedad. Falleció ayer cuando iba a ser dada de alta, señaló su hijo.
FUZ fue un grupo pequeño de pensadores como ella cuyo sueño fue convertir a México en una nación de avanzada política e ideológicamente mediante un gobierno apegado al marxismo leninismo que nunca pudo prosperar.
El 27 de septiembre de 1971, con 31 años de edad, encabezó al grupo guerrillero de esa época que llevó a cabo el primer secuestro político en la Ciudad de México. Sus ejecutores fueron detenidos y ella cumplió varios años de prisión y torturas.
En una reciente y larga entrevista con el diario La Jornada, la combatiente estimó que los sacrificios que hicieron en aquella lejana época no fueron en vano, al valorar el gobierno de la IV Transformación y todo lo que ha hecho por cambiar la vida económica y social e su país.
Aunque encabezaba las accione del grupo, que solamente duró tres años, dijo que ella no era su líder pues no había mandos ya que los integrantes del FUZ eran iguales, con la característica de que casi todos eran mujeres.
Sin embargo, fueron el brazo urbano de la guerrilla rural Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) y su comandante en jefe fue Genaro Vázquez Rojas, pero admite que los libros y textos que se refieren a esa etapa de la historia subrayan su papel de líder dentro del FUZ.
Su importancia radica en que el FUZ fue pionero del accionar guerrillero en la capital, en momentos en los que el Ejército negaba rotundamente la presencia de la insurgencia en el entonces Distrito Federal.
Todos sus militantes fueron capturados y torturados en el Campo Militar cinco meses después; a todos les costó una sentencia de 30 años de cárcel. Cumplieron siete. Al salir de prisión, amnistiados, encontraron que el escenario de la lucha armada estaba devastado, sin perspectiva de futuro.
Más de medio siglo después, Paquita se niega a aceptar que fueron derrotados y que podría haber sido un error histórico pelear dentro de la ciudad, pero un error necesario pues había que hacerlo porque «las masacres de Tlatelolco y Jueves de Corpus no podían quedar impunes, con esas plazas, esas calles llenas de jóvenes asesinados. Eso no».
Se quejaba de que medio siglo después, aquella misma clase política de entonces encarnada en sus nuevas generaciones, prefieren omitir el periodo de la lucha armada en el país. Hay poca información, cero debate y desmemoria.
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