La medición de este indicador la realiza la firma suiza IQAIR por medio del monitoreo constante de las partículas suspendidas en el aire.
En la escala AQI los valores por encima de 100 son peligrosos para niños, ancianos y personas con problemas respiratorios o cardiacos, más de 200 son muy perjudiciales y al rebasar 300 están considerados dañinos para toda la población.
De acuerdo con especialistas, la cuenca de Santiago es muy difícil de ventilar debido a los cordones montañosos que rodean el valle, los cuales impiden la acción de las corrientes de aire fresco sobre todo en las temporadas de otoño e invierno.
El decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, Raúl Morales, explicó recientemente que cuando la cantidad de partículas contaminantes es muy elevada, al respirar se generan procesos de oxidación capaces de dañar el tejido celular y las vías sanguíneas.
La consecuencia, señaló, es la aparición de una serie de enfermedades crónicas, no transmisibles, que van alterando el organismo.
Debido a la imposibilidad de cambiar las características geográficas de la ciudad la solución, dijo, es eliminar paulatinamente el uso de combustibles fósiles y pasar a las energías limpias, como la eólica, solar o el hidrógeno verde.
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