Factores confesionales, división en el Parlamento e injerencia externa obstruyen los caminos del entendimiento y amplía el período de vacancia en el primer liderazgo de la República tras el fin de la gestión de Michel Aoun (2016-2022) el 31 de octubre pasado.
Más de 60 días separan de la última sesión de votación en el legislativo y el jefe del Movimiento Marada, Suleiman Franjieh, constituye el candidato más estable en la carrera maronita hacia el Palacio de Baabda después de la caída de las nominaciones del exministro Jihad Azour y Michel Moawad.
Franjieh continúa en la lista presidencial apoyado por el dúo chiita de Hizbulah y el movimiento Amal; en tanto, su propuesta enfrenta el rechazo de los principales partidos cristianos, entre ellos la Corriente Patriótica Libre.
La oposición de la ultraderecha, Fuerzas Libanesas y los Falangistas (Kataeb), junto al Partido Socialista Progresista y un grupo de diputados llamados del cambio complejizan la obtención de acuerdo sobre el nuevo jefe de Estado.
De acuerdo con analistas, el país entró en un período de largo vacío después del fracaso de varias oportunidades, a la espera de la convocatoria de la decimotercera sesión parlamentaria y del regreso a Beirut del enviado francés, Jean-Yves Le Drian.
Ningún candidato de la comunidad cristiana maronita recibió el respaldo de la mayoría legislativa en la jornada de votación del 14 de junio anterior, en una repetición de las 11 anteriores desde el inicio del proceso electoral a fines de septiembre.
Bajo un gobierno interino de limitados poderes constitucionales, Líbano intenta nombrar al presidente de la República número 14 después de la independencia, en medio de la peor crisis económica de su época moderna.
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