En la época del expresidente Donald Trump (2017-2021) y ante litigios similares a los actuales, el mandatario Andrés Manuel López Obrador explicó que la relación en ese campo era tan estrecha entre Estados Unidos, Canadá y México, que un problema en uno podría paralizar la producción en los otros dos.
Ese peligro está latente y es uno de los riesgos cuando la producción se estructura dependiente en tales extremos.
La huelga actual en Estados Unidos es grave y su solución es difícil, según los sindicalistas, pero en México los interesados le restan trascendencia y aseguran que sus efectos aquí serán marginales.
En este país voceros de la Industria Nacional de Autopartes (INA) acaban de declarar que la decisión del Sindicato United Auto Workers (UAW) de extender el paro a 38 instalaciones automotrices sólo causará “un efecto marginal en México”.
INA, que forma parte del sector automotriz en territorio mexicano, explicó que el menor impacto por el conflicto laboral se debe a que las exportaciones de autopartes a la Unión Americana están enfocadas en la industria terminal y no en el mercado de postventa.
Comentó que la producción de autopartes a nivel nacional podría presentar una disminución adicional de alrededor de 76 millones de dólares durante la próxima semana, pero no precisó cuánto suman las pérdidas económicas hasta el momento.
La INA insistió en que el monto representa una proporción mínima de las exportaciones mexicanas de autopartes a Estados Unidos, pero los sindicatos aquí no se confían mucho y, aunque hasta ahora no se conoce un pronunciamiento de apoyo a la huelga del otro lado del río Bravo, hay prudencia pero mucha expectativa.
Una parálisis en México, o una afectación en la producción que disminuya las ventas y los ingresos, puede ser demoledor para cientos de familias que viven directa e indirectamente del sector.
La INA reconoció que el sindicato automotriz canadiense Unifor, que representa aproximadamente a 18 mil trabajadores automotrices, se movilizó rápidamente y alcanzó acuerdos con General Motors, Stellantis, y Ford, para curarse en salud y buscar fortalecer la estabilidad laboral y productividad de la industria en Norteamérica, y eso compete a México.
Todavía, por suerte, en Estados Unidos no se llegó al momento más grave pero se encamina a ese punto.
El Sindicato Nacional Automotriz amplió su huelga contra las tres principales empresas del sector a otras 38 instalaciones de autopartes en 20 estados, al denunciar que los ejecutivos no ofrecen respuestas aceptables a las demandas de los trabajadores.
Tranquiliza un poco que el sindicato está actuando con responsabilidad y prudencia pues la ampliación es sólo contra instalaciones de dos de las empresas, General Motors y Stellantis, fabricante de Jeep.
Las negaciones con Ford avanzan, y es la única de las tres que ofreció negociaciones de buena fe.
Los líderes gremiales dijeron que pararán los centros de distribución de autopartes hasta que esas dos empresas recobren sus sentidos y vengan a la mesa de negociación, declaró ayer Shawn Fain, presidente del UAW.
Ojalá que la patronal no trate de sacar lascas a su favor de la novedosa estrategia sindical para afectar lo menos posible a los asalariados, de no hacer un paro completo de las tres empresas, sino seleccionando algunas plantas e instalaciones sin avisar, y con ello poder ampliar o reducir la huelga dependiendo del comportamiento de los patrones.
La protesta estalló la semana pasada en tres plantas, y ahora con la ampliación serán más de 18 mil agremiados en paro, del total de 150 mil trabajadores sindicalizados en las tres empresas cuya demanda principal es un nuevo contrato colectivo que incluye un alza salarial de 36 por ciento a lo largo de cuatro años, entre otras más.
En México, que se sepa, hay una relación aceptable sindicatos-patronal, y al parecer se busca preservarla ante los truenos que se escuchan en la otra margen del río.
gas/lma