La Organización Mundial de la Salud (OMS) trazó una ambiciosa hoja de ruta para derrotar en 2030 a esta grave afección, que afecta la medula espinal y las membranas del cerebro causando graves lesiones, discapacidad y en algunos casos, hasta la muerte.
Este padecimiento ocurre por la aparición de un virus o bacteria en el organismo que causa una inflamación severa en las meninges, los tejidos que rodean el cerebro y la médula espinal, y también puede ser causado por hongos, lesiones tumorales o cáncer.
Lo más común es que aparezca en las primeras etapas del desarrollo infantil, sobre todo cuando los niños no son vacunados en los primeros seis años de vida, sin embargo, puede ser trasmitida a cualquier edad por agentes contagiosos.
En los niños, puede ocurrir por un contagio a través de la mucosa de la boca o la respiración y en la población joven o adulta por medio de la tos, el beso o la ingestión de alimentos o bebidas tocadas por una persona infectada.
La manera más adecuada de prevenir la meningitis es a través de las vacunas, aplicadas en niños a partir de los primeros meses de vida.
Puede ser causada por procesos no infecciosos (trastornos autoinmunes, cáncer, reacciones a medicamentos) o infecciosos (bacterias, virus, hongos y, con menos frecuencia, parásitos) y afecta a todas las edades.
Si bien las meningitis virales son relativamente frecuentes, las más peligrosas son las de origen bacteriano, que pueden provocar la muerte en apenas 24 horas y alrededor de una de cada 10 personas que contraen meningitis bacteriana muere.
Las cuatro causas principales de meningitis bacteriana aguda son Neisseria meningitidis (meningococo), Streptococcus pneumoniae (neumococo), Haemophilus influenzae y Streptococcus agalactiae (estreptococo del grupo B).
La mayoría de esas bacterias son transportadas en la nariz y la garganta, y se transmiten de persona a persona a través de gotitas respiratorias o secreciones de la garganta.
Cada año se producen en el mundo más de 1,2 millones de casos de meningitis bacteriana y sin tratamiento la tasa de letalidad puede llegar hasta el 70 por ciento.
Además, uno de cada cinco supervivientes puede sufrir complicaciones permanentes como pérdida de audición, discapacidad neurológica o pérdida de una extremidad.
Los primeros síntomas pueden confundirse con los propios de la gripe, cómo fiebre y malestar general y las señales que deben ponernos en alerta son fiebre alta, dolor de cabeza intenso, fotofobia, vómitos, alteración de la conciencia y rigidez en los músculos del cuello.
Los signos pueden aparecer de repente y empeorar con rapidez, derivando en convulsiones, la entrada en coma y la muerte.
El diagnóstico se realiza el examen del líquido cefalorraquídeo, que circula por los espacios huecos del cerebro y la médula espinal, y la punción lumbar.
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