Figuras cimeras que en el corazón de la gente jamás serán pretéritas como Francisco I Madero y su grupo de valientes, los legendarios Francisco Villa y Emiliano Zapata, las valerosas adelitas y las combatientes de los fogones con cacerolas y cartucheras cruzadas, reviven en el desfile militar con una pasión escenográfica que saca lágrimas en muchos ojos.
Curiosamente, el desfile de dos mil 200 hombres y mujeres soldados vestidos con lustrosos trajes militares y otros a la usanza de aquellos desarrapados combatientes de las huestes de Pancho Villa y Zapata, une voluntades más allá de las diferencias políticas e ideológicas, e incluso económicas, para dejar que reverberen por dos horas los sentimientos de la nación y aflore un mexicanismo tan arraigado que por momentos transmite la falsa impresión de unidad monolítica.
La caballería le puso un toque muy especial al desfile, pues la Revolución Mexicana se hizo a caballo y en tren, lo cual inspiró a artistas de la época para perpetuar esas imágenes históricas en lienzos y fotografías.
Los rancheros contribuyen poniendo sus mejores corceles a disposición, y la gente ve en ellos a la yegua Siete Leguas que se hizo famosa en los combates de Villa como el de Torreón, o el brioso alazán de Zapata parado en dos patas para cooperar con su jinete a soltar fuego contra los enemigos que buscaban arrebatarles a los sureños sus tierras de labrantío y convertirlos en esclavos de los maizales.
El desfile no evoca los lamentables desencuentros con Madero propios de la incomunicación en un México insurgente que llenó de gloria al continente y también de sangre, para indicar que la independencia se conquista al precio más caro que existe, la vida misma.
Es lo que hace grande al México insurrecto aun ante las brutales traiciones que ha vivido con gobiernos antinacionalistas que entregaron al extranjero hasta las mismas entrañas de su tierra y empobrecido a una gran mayoría del pueblo que nunca debió de serlo debido más a su riqueza patriótica y voluntad de trabajo, que a la que la naturaleza privilegió a su exuberante y codiciado territorio.
Una hermosa coreografía siguió a los discursos del secretario de Defensa y del presidente López Obrador, en la que los mariachis tocaron y cantaron los más destacados corridos de la guerra, entre ellos el dedicado a Adelita y Cielito lindo.
Escuadrones de las Fuerzas Armadas, de la Guardia Nacional, la Marina, de mujeres soldados, representaciones de los combatientes revolucionarios, y de la sociedad civil contemporánea, pueblos originarios, deportistas, charros, entre otros, integraron el desfile.
Mujeres trascendentes de la épica mexicana como Valentina Ramírez Avitia, “La Valentina” y la célebre Adela Velarde Pérez, conocida como “La Adelita” quien desde los 15 años participó en la Revolución y su bravura dio paso a las Adelitas, fueron homenajeadas para mostrar que siempre estarán presentes en el corazón del pueblo.
A ellas fueron dedicadas las pintorescas escaramuzas charras de las amazonas del Ejército mexicano con sus floridos trajes típicos de enormes y coloridos faldones, y los zapateos y bailes típicos ejecutados en la explanada alrededor de la bandera, así como los caballos bailadores que tanto gustan a todos, en especial a los niños, presentes en el Zócalo, y los campesinos con sus sombrerotes de paja y grandes alas, como salidos de estampas clásicas.
En la ceremonia, cerrada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, el secretario de defensa, general Luis Cresencio Sandoval, rindió un amplio informe de todo lo realizado por las fuerzas armadas de México en este mandato, después de vanagloriar a los héroes y mártires de la Revolución.
López Obrador hizo un recuento histórico desde la proclama de Madero cuando un día como hoy llamó al pueblo a tomar las armas para derrotar la dictadura de Porfirio Díaz, y enlazó aquella historia con la actualidad política y el papel que están jugando las fuerzas armadas en la realización de la Cuarta Transformación.
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