Ya sea desde la ribera de Tailandia o de Laos, en la decimoquinta noche del penúltimo mes del año lunar las personas se congregan con la esperanza de ver las bolas de fuego Naga, que ascienden misteriosamente desde la superficie del río.
Los enfrentamientos por el inexplicable fenómeno entre creyentes y no creyentes en las provincias de Nong Khai y Bueng Kan, en Tailandia, se prolongan desde hace décadas, y el evento se ha convertido en una fiesta popular que capta cada año a más de 200 mil turistas de todo el mundo.
Solían ser llamadas “bolas de fuego fantasma” por la población local y existen tres teorías principales para explicar el suceso.
En la primera, los budistas y la población local creen que el rey de los Naga, cuyo palacio está bajo el Mekong, exhala fuego como bienvenida a Buda tras su regreso a la Tierra, después de pronunciar un sermón a su madre en el cielo.
Por otro lado, científicos afirman que dichas bolas anaranjadas son causadas porgases de metano y nitrógeno acumulados debajo de las capas del lecho rocoso del río, que emergen por la atracción de la gravedad de la Luna y de alguna manera al combinarse se encienden e iluminan.
Y también están quienes argumentan que no es un fenómeno natural, sino creado por el hombre.
En ese sentido, la profesora de la Facultad de Ciencias de la Universidad tailandesa de Chulalongkorn, Jessada Denduangboripant, aceptó el desafío de un empresario de la provincia de Bueng Kan para demostrar el origen del misterio. Ella insiste en que son balas disparadas desde la ribera perteneciente a Laos para engañar a los creyentes.
En 2002 se proyectó una película titulada Decimoquinta noche del onceno mes. El guion del filme, dirigido por Jira Malikul, retrata a un grupo de monjes budistas de Laos que se sumergen en el Mekong y plantan fuegos artificiales programados para encenderse en la noche final de la cuaresma.
(Tomado de Orbe)