El titular de Asuntos Humanitarios del organismo, Martin Griffiths, urgió a poner fin al conflicto de nueve meses que llevó al país “a una espiral descendente que sólo se vuelve más ruinosa cada día”.
El nuevo año exige que la comunidad internacional –en particular aquellos con influencia sobre las partes en el conflicto en Sudán– adopte medidas decisivas e inmediatas para detener los combates y salvaguardar las operaciones humanitarias para ayudar a millones de civiles, insistió en un comunicado.
La advertencia del alto representante coincide con el deterioro de las condiciones para los civiles en el país africano desde el 15 de diciembre cuando Wad Madani, la segunda ciudad más grande de la nación, cayó en manos de las paramilitares de la Fuerzas de Apoyo Rápido.
La ONU estima que entre 250 mil y 300 mil personas fueron desplazadas de la urbe y las zonas vecinas, muchas de las cuales ya habían huido de Jartum, la capital, y sus alrededores en enfrentamientos anteriores.
El desplazamiento masivo en curso también podría alimentar la rápida propagación de un brote de cólera en el estado de Aj Jazirah, donde hasta el momento se reportaron más de mil 800 casos sospechosos, lamentó Griffiths.
Los mismos horribles abusos que definen esta guerra en otros puntos críticos, como en Jartum, Darfur y Kordofán, ahora se denuncian en Wad Medani, con violaciones generalizadas de los derechos humanos, incluida la violencia sexual, agregó.
El alto representante denunció la falta de compromiso de las partes en conflicto con la protección de los civiles y el derecho internacional humanitario, al tiempo que condenó el saqueo de suministros humanitarios, que socava la capacidad de salvar vidas.
“La escalada de violencia en Sudán también está poniendo en peligro la estabilidad regional”, dijo al recordar que la guerra ha desatado la mayor crisis de desplazamiento del mundo con más de siete millones de personas.
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