Según el Instituto Haitiano de Estadística e Informática, el envío de dinero desde el exterior sumó tres mil 800 millones de dólares en 2023, con una ligero descenso del 1,2 por ciento respecto al 2022.
Actualmente el país caribeño realizan nuevos cálculos para medir el PIB, y las remesas están por debajo del 20 por ciento, pero siguen siendo un soplo de aire fresco paras sus habitantes.
Estas garantizan todo o parte del poder adquisitivo de casi la mitad de las casas del país, cuyas familias deben alimentarse, pagar alquiler, transporte y el colegio de los niños y adolescentes.
Adquiere más importancia ante el crecimiento del índice de desempleo, ligado a un decrecimiento de las actividades empresariales marcada por la recesión.
Las remesas en Haití proporcionan al país cuatro veces más finanzas que las procedentes de las exportaciones, y casi 100 veces más recursos que los recibidos a través de la inversión extranjera directa.
“Haití es uno de los países del mundo más dependientes de las remesas de la diáspora, un signo de una economía moribunda, no dinámica, poco diversificada, que es incapaz de generar riqueza e ingresos para sus ciudadanos por sí sola” , así lo aseguró el economista Etzer Emile, entrevistado por el diario Le Nouvelliste.
Aseguran la supervivencia de las familias beneficiarias sin mucho impacto en el crecimiento económico y el empleo, subrayó Emile.
En 2022, los datos del Banco Mundial indicaron que Haití fue el tercer país de América Latina y el Caribe más dependiente de las remesas después de El Salvador y Honduras.
Haití –ensombrecido por la violencia de las pandillas, secuestros y hechos de sangres- experimenta una emigración significativa, y el número nacionales residente en el exterior sigue en aumento, con un estimado de más de 1,2 millones, principalmente a Estados Unidos.
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