Muchos expertos se preguntan ahora si la OTAN estaría dispuesta a pasar de una guerra fría e híbrida contra Moscú a una “caliente”, con los riesgos globales que ello implica, pues se trataría de ir al combate con una potencia nuclear.
Recientemente, el jefe del comité militar de la alianza atlántica, Rob Bauer, consideró que era necesario prepararse para una confrontación directa con el gigante euroasiático, cuyas fuerzas armadas participan ahora en la confrontación en Ucrania.
El ministerio ruso de Defensa señaló recientemente que más de 600 mil militares participaron en algún momento en la operación bélica lanzada el 24 de febrero de 2022 para proteger a la población sublevada de la región del Donbás, que denunció el genocidio de Kiev.
Un visible fracaso de una contraofensiva ucraniana, lanzada el pasado 10 de julio, con gran apoyo logístico y de armamentos de Occidente, pareció demostrar la incapacidad de Kiev de lograr una “victoria rotunda sobre Rusia”.
Sin embargo, medios de prensa británicos consideraron osadas las declaraciones salidas de esta capital, sede de la alianza atlántica, sobre la necesidad de impedir a toda costa un triunfo del Kremlin, en alusión a otras vías más directas para lograr ese objetivo.
En otras palabras, como pareció demostrarlo recientemente Londres con la firma de un acuerdo de garantías mutuas de seguridad con Kiev, si los ucranianos no pueden solos, podríamos intentarlo nosotros mismos.
Aunque el gobierno británico aclaró que el arreglo para nada determina alguna participación de sus tropas en la contienda ucraniana, crecen las voces, incluido en Europa que admiten la posibilidad de ir a un choque directo con Moscú o amenazar con ello.
De hecho, un exdiputado británico debió ser requerido por sus correligionarios del partido conservador, después de referirse a la posibilidad de la participación directa de tropas de su país en la confrontación en Ucrania.
Desde el comienzo de la contienda ucraniana, las potencias occidentales suministraron armamentos a Kiev por encima de los 145 mil millones de dólares, de ellos más de nueve mil millones los donó el Reino Unido.
Rusia advirtió, por un lado, que el transporte de esos armamentos se convertía automáticamente en blanco legítimo de sus tropas y, por el otro, que esas armas serían metódicamente destruidas en el campo de batalla, tal y como sucedió con tanques, blindados y artillería.
El afán de crear un puño de hierro para la mencionada ofensiva del pasado año, llevó a las potencias Occidentales a enviar a Ucrania armamentos de avanzada como los tanques británicos Challenger-2 y Leopard-2, ambos aniquilados por la artillería y aviación rusas.
A Ucrania también arribaron los supuestamente temidos tanques estadounidenses Abrams M1. Sin embargo, Ucrania evitó hasta ahora su empleo directamente en acciones de contraofensiva, comenta el medio digital Vzgliad.
Analistas consideran que la demostración de la vulnerabilidad de los blindados occidentales en los combates podría ser una de las causas por las cuales, a pesar de contar con los tanques norteamericanos, estos apenas se vean en el campo de batalla.
LA TEORÍA DE LA GUERRA “CALIENTE”
Más allá de las opiniones anteriormente señaladas, destacan ahora las declaraciones recientes del ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius, quien llamó abiertamente a la población de su país a prepararse para lo que consideró una inevitable guerra con Rusia.
Llama la atención que las declaraciones las da un representante de Alemania, país que hasta hace apenas tres años mantenía relaciones económicas casi estratégicas con Rusia, al ser ésta última el principal suministrador de hidrocarburos para su boyante economía.
Sin embargo, las capitales europeas mantienen ahora una política de seguimiento a los designios de Washington que ha llevado a Europa, como lo admite The Wall Street Journal, a una difícil situación económica.
De hecho, la OTAN acaba de pactar un acuerdo por mil 200 millones de dólares para la producción de municiones que puedan restituir las reservas de los aliados de ese bloque, extenuadas después de suministrar voluminosas partidas a Ucrania.
Pero la prensa belga como el diario Le Soir comenta que será el complejo militar industrial norteamericano el mayor beneficiado con ese pacto.
Ahora solo resta encontrar entre los políticos europeos voces de razón y buen juicio para frenar la tendencia de cambiar la guerra fría, en su segunda versión, por una guerra “caliente”, cuyas consecuencias podrían ser nefastas, coinciden los expertos.
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